Capítulo 12

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Era pasada la medianoche cuando la fiesta finalizó, Linda y William se fueron para salir al siguiente día de la ciudad

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Era pasada la medianoche cuando la fiesta finalizó, Linda y William se fueron para salir al siguiente día de la ciudad. Gena bailó muy buen tiempo con Rodolfo, y aunque nadie lo anunció formalmente, entre los invitados no había ninguna duda de que la hija menor de los Peñalver, salía con el hijo menor de los Pittman, pues Rodolfo tenía una hermana mayor que ya estaba casada y vivía en el extranjero.

—¿Cómo te fue? —preguntaba Rosario a Ricardo,  lo estaba esperando en su casa.

—Bien, aunque admito fue una noche muy cansada.

—Lo bueno es que estoy aquí para ayudar a que te relajes —lo besó.

—Estoy demasiado cansado Rosario, prefiero dormir.

—¿Otra vez?

—¿Qué cosa?

—Llevas muchas noches rechazándome, ya no eres como antes ¿Pasa algo que no me has dicho? Hace unos días te portaste tierno conmigo, pero parece que dentro de esa ternura ya no se te apetece tocarme. 

—No, es solamente que estoy cansado.

Ricardo fue directo con su respuesta, así que a Rosario no le quedó de otra que irse. Y aunque él sintió pena por lo tarde que era, sabía que la casa de ella estaba si muy lejos a unas dos cuadras, así que solamente la acompañó, sin pronunciar ninguna palabra.

—Qué descanses.

—Gracias, igualmente —dijo él. Luego de dejarla en la entrada de su casa.

Ricardo no podía apartar sus pensamientos de Gena, la había observado toda la noche desde que habían llegado al salón, claro que Gena no lo notó en ningún momento, hasta mucho tiempo después cuando lo vio, y luego cuando la salvó de caer.
Pero él había pasado mucho más pendiente de lo que hubiera querido. Sus ojos, su delicadeza, su pelo, las arrugas que notó se dibujaron en su frente cuando hablaba con Rodolfo, en señal de estar molesta. Todo le gustaba. Se sentía tan tonto por no podérsela sacar de la cabeza, porque sabía que era algo imposible, pero en su ser sentía demasiada atracción.

Intentó dormir, pero por más que luchó contra los pensamientos que lo mantenían despierto fue prácticamente imposible, y no logró conciliar el sueño, hasta un poco más de las seis de la mañana.

Un toc, toc, lo despertó quizás una hora después. Era Joaquín, al parecer había un nuevo empleo en una de las casas de la ciudad como administrador, y sabía que Ricardo podía  aplicar al puesto perfectamente, pues era estudiado y tenía muchas habilidades.

—¿Con qué familia?

—Los Durán.

—Pensé que ya habían encontrado a una persona.

—Lo mismo pensé yo, pero parece que no les gustó como trabajaba y andan buscando a otra.

—¿Crees que me den el trabajo?

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