Capítulo 25

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Ninguno de los dos pudo conciliar el sueño completamente

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Ninguno de los dos pudo conciliar el sueño completamente. A ambos le asustaba la reacción que tendrían los padres de Gena al conocer a Ricardo. Gena dudaba por momentos. Pero luego, creía en el buen juicio de sus padres para entender que estaba enamorada. Ricardo pensaba lo mismo. Pero aun así, tenía cierto miedo que no lo dejaba tranquilo.

―Deséame buena suerte ―le dijo a su papá antes de salir.

―No hace falta que te la desee. La tendrás ―respondió don Eladio con mucha seguridad.

Ricardo eligió su mejor vestuario para presentarse en casa de los Peñalver. Estaba seguro de su amor, de que lucharía y defendería su amor por Gena. Pero al mismo tiempo, le daba miedo que los padres de esta, no lo fueran a tomar bien, y le fueran a pedir que se alejara de su hija. Esa inseguridad que sentía por más que tratara, no desaparecía.

Cuando llegó, Gena lo recibió muy contenta, pero también nerviosa. Su madre estaba en la cocina, dando órdenes sobre el servicio. Y don Flavio estaba en el despacho. Una actitud que la ponía, mucho más nerviosa. La actitud de su padre, era normal; pero la de su madre no. Pues, en las veces que llegó Rodolfo, era la primera en recibirlo. Y por ningún modo, hubiese ido a la cocina, sabiendo que su invitado acababa de llegar.

―Permiso ―entró Gena al despacho de su padre. Ricardo la esperó afuera―. Papá, Ricardo está aquí.

Don Flavio se quitó los lentes que usaba, estaba leyendo. Y con voz firme le pidió que pasara, y ella esperara afuera.

―Buenas tardes señor ―saludó Ricardo.

El reloj marcaba más de las doce de la tarde. La voz fuerte y ronca, y su físico y buen porte, le dieron una buena impresión a don Flavio.

―Buenas tardes, es un gusto tenerlo por acá.

―El gusto es mío señor, agradezco su invitación.

―Bien, no sé si le comentó mi hija Gena. Pero con mi esposa estamos muy interesados en conocer quiénes son las personas con las que nuestras hijas frecuentan. En el caso de Linda, la mayor, ya está casada. Y, por lo tanto su esposo se encarga ahora. Pero en el caso de Gena; mi Gena, la menor, y la luz de mis ojos, anhelo conocer a profundidad a las personas que la pretenden, en este caso usted. Y siendo totalmente franco y sincero, me gustaría saber, antes de que pasáramos a la mesa. ¿Cuáles son sus intenciones con mi hija? tengo entendido que han comenzado una relación.

―Comprendo su interés, Gena es una mujer excepcional y por lo mismo comprendo su preocupación al respecto. Y seré muy sincero con usted. Amó profundamente a su hija, desde hace mucho tiempo, desde la primera vez que la conocí. Luché con todas mis fuerzas contra esto. Pero, llega el momento en el que ya no puedes luchar contra algo que te sobrepasa. En mi caso, el amor por Gena. Y por eso mismo es que comencé a pretenderla, y al mismo tiempo intentaba sacármela del pecho y del corazón, pero me fue imposible. Tengo las mejores intenciones con ella, quiero hacerla feliz; y lucharé si me lo permite para que lo sea.

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