Capítulo 46

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En la casa de Rodolfo todo era un caos, él no se levantaba aún, pero doña Aidé  recién llegaba

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En la casa de Rodolfo todo era un caos, él no se levantaba aún, pero doña Aidé  recién llegaba. Pegó un grito en el cielo cuando los empleados le dieron la noticia de que Gena no estaba y parecía, se había ido, pero no era la única preocupada. En la casa de los Peñalver había mucha tensión también. Doña Ernestina había sido muy prudente cuando su esposo le dio la noticia sobre el préstamo con Rodolfo, reaccionó de una manera calmada  para evitar preocupar a su esposo mucho más de lo que estaba, y que eso le ocasionara más molestias en su salud.

—Creo que lo mejor es que le pida ayuda a William, él es amigo de Rodolfo y podrá ayudarnos —decía doña Ernestina. 

Recién le había contado a Gena el tema con las escrituras de la casa y el dinero que su marido había prestado. 

—¿Y sí regreso con él? A estas horas seguramente sigue dormido. 

—¡No, no Gena! —exclamó doña Ernestina—, aunque eso nos resolvería muchos problemas, el infierno tuyo sería el mismo. 

—Señora Gena, perdone. Afuera hay un hombre que quiere verla —interrumpía una de las empleadas. 

—¿Un hombre? ¿Te dijo su nombre? 

—No, pero dijo que es urgente. 

—¿Quién será? —Le preguntó a su madre, luego de agradecerle a la empleada por el aviso. 

—No lo sé, pero ojalá fuera una salvación —respondió. 

Estaba tan angustiada que poca importancia le puso a la visita. 

Cuando Gena fue a ver de quien se trataba, se quedó muy sorprendida al ver a Ricardo allí. Hacía mucho que Ricardo no había llegado a la casa de los Peñalver que ni siquiera la empleada lo reconoció. 

—¿Estás bien? —preguntó. 

Estaba un poco agitado por el corre-corre hasta llegar a casa de los Peñalver.

—Sí, gracias. La niña está conmigo. 

Gena se sentía confundida. 

—¿Y tú? —preguntó acercándose a ella con suavidad. 

—Estoy bien, gracias. 

Gena fue de cierta forma distante. Él nuevo Ricardo ya le había confesado sus sentimientos, pero para ella era difícil, el saber que en medio de todo él no recordaba nada.

—No quiero ser entrometido, pero... me enteré que dejó a su esposo.   

—Sí, así es.

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