Capítulo 23

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Una sonrisa muy bien dibujada era la expresión de alegría y felicidad en el rostro de Ricardo

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Una sonrisa muy bien dibujada era la expresión de alegría y felicidad en el rostro de Ricardo. Cosa que incluso su padre, imaginó era imposible. Pues, su hijo, no era el tipo de hombre tímido, o de apariencia "noble" como muchos lo eran. Al contrario, por su apariencia seria, y mirada profunda, de no ser por el peinado, hubiese sido fácil confundirlo con algún militar.

Pero estaba feliz, y por más que intentara ocultarlo, le era imposible. Sentía una felicidad que ya hace mucho tiempo no sentía, por las preocupaciones que el tema de la hacienda le generaba. Pero, en ese momento, todo era diferente. El saber que el amor que sentía era correspondido, le hacía sentirse el hombre más afortunado del mundo. Y, aunque era consciente de los problemas futuros que su amor podría ocasionar, se sentía lo suficientemente fuerte, para luchar contra ellos. Y luchar por ella: Gena.

—Buenas noche —saludó Rosario.

Se acababa de enterar por Joaquín que el padre de Ricardo estaba en su casa.

—Hola —saludó Ricardo al verla.

—Perdón por no avisar que iba a venir, pero en la tarde me enteré que tú papá salió del hospital y quise traerles un poco de pan.

—Gracias —agregó Ricardo.

Le costó un poco el dejarla pasar, pero sabía que no podía ser descortés con Rosario. Era una de las pocas personas que siempre se había portado bien con él.

Don Eladio no la conocía, pero por su experiencia le fue fácil notar quien era aquella mujer. Si bien, Ricardo nunca mencionó el nombre, en su momento, supo que mantenía una relación con una mujer viuda. La visita no fue larga, más bien, se resumió en una pequeña charla con don Eladio sobre su salud, y el agradecimiento de este por su amable gesto.

—Deberías decirle —agregó don Eladio. Luego que Rosario se fue.

—¿Qué cosa?

—Que estás enamorado de otra mujer. Se ve que es una buena mujer y te quiere, deberías ser sincero con ella.

—Ya lo fui. Ella lo sabe.

—Bueno, pero seguramente no sabe que ya tienes una relación con ella. Si no se lo dices, no perderá la esperanza. Y, pensará que quizás no tienes oportunidad con la otra, y por lo mismo siempre estará allí, pendiente de ti.

—Ok. Entonces permíteme.

Ricardo salió en busca de Rosario. No quería hacer más largas al asunto si bien le tenía un aprecio, el amor que sentía por Gena, era lo que más lo motivaba a decirlo. Quería que todo mundo lo supiera. Y si bien, sabía que eso no era posible; tampoco pretendía que Rosario siguiera haciéndose ilusiones.

—¡Rosario! —le gritó.

—¿Qué pasó? 

Una sonrisa se dibujó en su rostro. Creyó que él, aún la quería.

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