Capítulo 18

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Sin falta al siguiente día a primera hora de la mañana, el auto de los Pittman estaba afuera de la casa de los Peñalver

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Sin falta al siguiente día a primera hora de la mañana, el auto de los Pittman estaba afuera de la casa de los Peñalver. Rodolfo había llegado a hablar con Gena, pero la furia de Don Flavio no se lo permitió. La noticia era verdad. Había mantenido una relación con la señorita Curier de dos meses.

—Necesito que me permita hablar con Gena, por favor don Flavio —suplicó Rodolfo.

—¡Qué se vaya de mi casa le he dicho! Y si no lo hace, me voy a olvidar del respeto y cariño que siento por su padre —agregó don Flavio muy enojado, sintiendo estallar.

—Necesito darle una explicación a su hija por favor. La amo, aunque no me crea, la amo.

—¡Qué se vaya de mi casa!

—Por favor don Flavio, necesito hablar con su hija.

—No hay nada que hablar, ¿No le basta con el dolor que le está causando?

—Por eso justamente quiero hablar con ella, necesito que me escuche.

—No tiene nada que hablar con mi hija Rodolfo, así que váyase en este mismo momento de mi casa.

—¡Por favor, por favor don Flavio!

—En verdad que no tiene ninguna vergüenza Rodolfo, hacerle semejante... —dijo doña Ernestina.

—Doña Ernestina por favor, permítame hablar con Gena.

—No le voy a permitir nada, y hágale caso de una vez por todas a mi esposo. Que sí no, voy a hacer yo, a la  que se le olvide el respeto y aprecio que siento por sus padres.

Por una semana Gena no salió de su casa, y Rodolfo en todo ese tiempo no dejó de irla a buscar y suplicar poder hablar con ella. Su corazón estaba roto, sentía mucha decepción, pero, aunque le dolió el engaño, más le dolía la decepción. Confiaba en Rodolfo, y que la decepcionara había sido un golpe muy fuerte para ella.

—¿A dónde vas? —preguntaba doña Ernestina.

—Al hospital mamá, estoy cansada de estar encerrada.

—Tú papá dijo claramente que no salieras.

—Lo siento mucho por él, pero no puedo seguir aquí.

—Gena, la gente te va a comer viva. Todos saben lo que pasó con la señorita Curier, y sobre la cancelación de tú boda.

—Poco me ha importado lo que diga la gente mamá, lo sabes muy bien. Igual no puedo esconderme toda la vida. Y si hay alguien que debe esconderse, por este asunto tan vergonzoso, en última medida debo ser yo.

A la salida de su casa Rodolfo estaba allí, y al verla dentro del vehículo no dudó ningún momento en seguir el auto, la siguió hasta el hospital. Y antes que ella lograra entrar, le interpuso el paso.

—¡Al fin te veo! —la intentó abrazar.

—No hagas esto Rodolfo.

—Necesito explicarte Gena, por favor —sus ojos se pusieron llorosos.

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