Capítulo 14

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Tal y como Regina le había comentado a Gena, Ricardo tenía prácticamente un mes trabajando con los Durán como administrador

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Tal y como Regina le había comentado a Gena, Ricardo tenía prácticamente un mes trabajando con los Durán como administrador. Trabajo que desempeñaba muy bien y por el cuál su jefe estaba muy feliz.

Ricardo era muy trabajador, y a don Arturo Durán,  le caía muy bien. Lo admiraba de cierto modo por el interés tan grande que veía, le ponía, a las cosas, y por esa misma razón incluso por gratitud a su buen trabajo, le pensó pagar más de lo acordado.
Quizás solamente era un mes, pero fue un mes en el que había visto muchos cambios y buenos resultados, y por lo mismo a don Arturo no le pareció mala idea poder recompensarlo por la gran ayuda que estaba representando.

—Buenas tardes don Arturo —saludaba Ricardo.

Había llegado muy de mañana al siguiente día.

—¡Muchacho! —se sorprendió—, ¿Qué haces aquí tan temprano?

—Necesito hablar con usted de un asunto muy urgente, perdone que lo interrumpa a esta hora.

El reloj marcaba la seis de la mañana.

—No te preocupes, pasa, pasa. Cuéntame que sucede.

—Ayer en la tarde, después que me fui y le dejé los documentos con la señorita Regina, recibí una carta. Es de la hacienda de mi papá, y según me comentan hay un problema muy grave que necesito ir a resolver.

—¿Sabes cuánto tiempo vas a tardar?

—No señor, en la carta ni siquiera mencionan de que se trata.

—¿Cuándo te irás?

—Pienso hacerlo lo más pronto posible, pero quiero antes, poder dejarle todo listo.

—No te preocupes por eso, ve si es necesario. Además, entre más rápido lo hagas confío en que más pronto volverás.

—Gracias don Arturo.

—No agradezcas. Por lo pronto vete tranquilo sabiendo que cuando vuelvas acá va a estar tú trabajo esperándote.

Ricardo agradeció mucho el buen trato del señor Durán. Había sido muy amable con sus palabras, aún cuando realmente, pero en palabras bonitas le estaba diciendo que le dejaría después de un mes, el trabajo botado.

Pero tenía mucha urgencia en viajar a su casa y ver qué era lo que sucedía. Ni siquiera le dio tiempo de despedirse de Rosario, al único que alcanzó a avisarle fue a su jefe y a su buen amigo Joaquín, quien justo había sido el que le había llevado la carta.

Emprendió el viaje después de regresar a su casa, por la maleta que ya tenía lista, llevó el dinero ahorrado que tenía, y dejó lo demás lo más ordenado posible. Ignoraba cuánto tiempo tardaría en volver, o sí acaso lo haría. Cuando iba de camino, pasó frente a la casa de los Peñalver cosa que le hizo recordarse de Gena, y simplemente con un suspiro, se acomodó en su sentadero y estuvo listo para dormir, pues, el viaje era poco más de siete horas.

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