Capítulo 5

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Doña Ernestina y Linda, quedaron con los nervios alterados

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Doña Ernestina y Linda, quedaron con los nervios alterados. Les preocupaba que las pérdidas de los Albellán por el incendio fueran significativas y que eso ocasionara que tuvieran que posponer la boda.

—¡Estoy demasiado ansiosa! ya casi es de noche y tú padre aún no regresa —se quejaba doña Ernestina. 

—Ni me digas nada mamá, he llamado a la casa de William y no me ha atendido la llamada. ¿Crees que haya sido demasiado grave?

—¡No, no, no! ni lo pienses Linda.

—No quiero hablar de algo que espero no haya sucedido, pero mira el reloj,  mi papá salió poco antes del almuerzo y a esta hora no ha llegado.

—Seguramente pasó por el hospital para traer a tú hermana, ya ves que la muy tonta no dijo a qué hora saldría para mandar por ella, y tampoco quiso llevarse el auto. 

—¿Lo crees?

—Por supuesto. Además, según dijo tú papá, hubo heridos, asi que lo más probable es que los hayan llevado al hospital. Dudo mucho que el incendio haya sido muy grande, porque si no, los vecinos ya hubieran venido a comentar algo. ¡Ya sabes cómo son!

Linda acentuó la cabeza sin agregar nada más. Estaba igual o más preocupada que su madre; más que preocupada por el bienestar de su prometido, lo estaba por los comentarios que habrían de llegarse a tener que aplazar la boda o reducir el presupuesto.

—¡Santo dios, al fin llegas! —salía al encuentro de su marido, doña Ernestina.

—¡Cálmate mujer! —rezongó don Flavio.

—¿Nos vas a decir cómo te fue con los Albellán?

—Se los diré cuando me dejen terminar de entrar a mi casa, y esté lo suficiente cómodo como para comenzar a hablar sobre algo tan importante.

Gena también llegó con su padre, y aunque Linda también la intentó interrogar sobre lo que había pasado, no respondió y únicamente se mantuvo al margen. Quería que cualquier información que recibieran, fuera únicamente por boca de su padre.

—Habla de una vez, Linda y yo estamos realmente preocupadas por lo que ha sucedido. Hemos intentado llamar a la casa de los Albellán, pero no ha habido forma de que nos atiendan.

—No hubo mayores pérdidas, si es eso lo que les preocupa. Sí, unos cuántos heridos, e imagino que nadie atendió sus llamadas porque estaban muy ocupados atendiendo tan desagradable episodio —comentó don Flavio.

Lo hizo de una manera calmada. Sabía muy bien que, de cualquier información que pudiera dar, lo único que les importaba a su esposa e hija era únicamente lo referente a lo económico o a cualquier otra información que tuviese que ver con sus propios intereses. El número de heridos y si el daño habría sido grave no era importante para ellas.

—Tú prometido me dijo que vendría mañana a primera hora para hablar contigo y contarte todo —terminó don Flavio y sin decir más, se fue a su habitación.

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