Capítulo 44

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—No creí verte tan pronto —decía Rosa, muy entusiasmada por ver a Rodolfo allí

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—No creí verte tan pronto —decía Rosa, muy entusiasmada por ver a Rodolfo allí. 

—No son las razones que piensas, simplemente quise venir antes de llegar a mi casa para dejar en claro, que lo que hubo se terminó. No volverá a suceder otra vez. 

—Eso dijiste antes, y ya ves que llevamos más de quince días entre culpas —rio ella. 

—Después que te fuiste hablé con mi mujer y ambos estamos dispuestos a ser felices. 

—¿Estas seguro? 

—Sí. Así que no me busques más. 

—Pero dime Rodolfo, ¿en esa reconciliación tu esposa te dijo que habló con su ex antes de llegar a verte?

—¿De qué hablas? 

—Qué unos pajaritos me dijeron que vieron a la gran señora Gena, hablando con Ricardo a una cuadra de tu casa y que él hasta le preguntó por su hijo. 

La cara de Rodolfo cambió en ese instante. 

—Por tu expresión, supongo que no estabas enterado. ¿Te das cuenta cómo te manipula? Así que si ella no te tiene respeto a ti, no creo que debas tenerle tú a ella —agregó, y lo besó. 

Beso que solamente ocasionó que Rodolfo se enredara más con ella. Y ella estuviese cada vez más cerca de lograr su cometido, un embarazo. 

Esa noche Rodolfo no llegó a dormir nuevamente, cosa que Ricardo notó y como si de un niño se tratara, aprovechó la situación para meterse a la casa sin que nadie lo viera. 

—¿Quién está allí? —preguntó Gena, encendiendo su lámpara—, ¿Rodolfo, eres tú? —preguntó luego de escuchar unos pasos. 

Ricardo había entrado, creyendo que ella ya estaba dormida. 

—No, soy yo —respondió Ricardo, permitiendo que ella lo viera. 

Gena estaba atónita de verlo allí. 

—No vaya a gritar por favor —pidió. 

—¿Qué haces aquí? —cuestionó ella. 

—Créame cuando le digo la verdad, cuando le aseguro que ni yo mismo lo sé, y justo por eso vine. 

—No comprendo. 

—Algo dentro de mí, me dice que este no es su lugar y que su lugar es conmigo —decía Ricardo. 

Las lágrimas eran inevitables. 

—Ricardo, yo... 

—Y no sé porque lo siento, y necesito que usted me lo diga, por favor —suplicó. 

Gena estuvo tentada a decirle toda la verdad, pero no pudo. 

—No hay nada que yo pueda decir, nada. 

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