Capítulo 39

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A Rodolfo parecía que se le detenía la vida con lo emocionado y feliz que estaba con la noticia, siempre había sido un hombre muy antipático respecto a su vida personal, pero esta vez estaba loco, y comentaba hasta con el empleado de la limpieza q...

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A Rodolfo parecía que se le detenía la vida con lo emocionado y feliz que estaba con la noticia, siempre había sido un hombre muy antipático respecto a su vida personal, pero esta vez estaba loco, y comentaba hasta con el empleado de la limpieza que sería papá. Hubiese deseado quedarse en casa para celebrar la noticia, pero sus responsabilidad habían aumentado en gran manera después de la muerte de su padre, que debía atentender sus compromisos en el banco.  

—Me dijeron que vino, me alegra mucho —sonreía Gena.

Ella por su parte no había tenido muchas ganas de salir de su casa, por lo que hasta don Eladio fue a visitarla. 

—A mí me alegra más, ya me enteré de las buenas nuevas. 

—¿Quién se lo dijo? 

—Don Flavio, llegó esta semana a la hacienda. 

Gena se quedó seria, la noticia del bebé aún era difícil para ella. 

—¿Sí sabes que eres muy afortunada? —cuestionó. 

Don Eladio tenía un buen ojo, como para que sin necesidad de palabras pudiese entender lo que sucedía. 

—No, la verdad no. No comprendo por qué la vida me hizo esto —tragó saliva—, me quitó a Ricardo, y me da hasta ahora a un bebé, un bebé que Ricardo deseaba. 

—En mi caso, no lo entiendo de esa manera.

—¿Entonces cómo? 

—Que la vida te está recompensado por aquello que perdiste. O ¿no quieres a tú bebé? 

—Claro que lo quiero, lo quiero mucho. 

—Ves, ya no te mortifiques con eso. Y mejor dime si me vas a permitir ser el abuelo. 

—Sabe que sí. Además Rodolfo también le tiene estima y él sabe que usted siempre será una persona muy importante en mi vida. 

Don Eladio más que su suegro, era como otro papá. Era lo único que le quedaba de Ricardo y por ende, que estuviera presente en su vida era muy importante. 

—¿Quién vino a cambiar está suma tan grande? —preguntaba Rodolfo. 

Recién se daba cuenta de que un hombre estaba intentando cobrar una cantidad considerable con cheque de su suegra, sabía que tiempo atrás se había pagado una cantidad grande. Pero en esta ocasión no quiso quedarse con la duda y creyó que quizás estaban estafando a su suegra. Por lo que pidió que pasaran a su oficina a la persona que estaba intentando cobrar el cheque.

—Señor Pittman, mucho gusto —saludaba el abogado. 

—Perdone la falta, pero me sorprende el valor de su cheque ¿Qué trabajo tan importante pudo hacer para que esté cobrando semejante cantidad? —cuestionó. 

—La anulación del primer matrimonio de su señora esposa, con el señor Ricardo Altamirano. 

—¿Mi suegra pidió eso? 

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