A buena hora de la mañana siguiente, un auto de la familia Albellán llegó por Linda. Al parecer William no quiso darle más tiempo a su esposa en la casa de sus suegros y por lo mismo había mandado por ella. A don Flavio no le gustó para nada la actitud de su yerno. Pensó que no tenía caso, que mandara por Linda, si pasaría encerrada todo el día. Pero doña Ernestina, no quiso darle tema para hablar a su esposo, y como cosa rara, intentó medir sus palabras para suavizar la situación. Y, la imaginación de don Flavio, no exagerara.
Gena fue otra a la que no le gustó en lo absoluto el detalle de William. Pero sabía que, aunque dijera o comentara algo nada lograría. Al contrario, quizás podría ocasionar un pleito que no necesitaba su familia en ese momento. Y mucho menos, sabiendo que, si decía algo, quizás la promesa que Linda le hizo sobre no decir nada, se pudiera ver afectada y está, dijera todo lo que habían hablado.
—¿Estás bien? —le preguntó don Flavio.
—Sí papá, ¿Por qué la pregunta?
—Quizás porque te veías muy lejos de aquí.
—Pienso en tantas cosas, que creo que es algo que no puedo evitar.
—Así, ¿Y en qué piensas? ¿Qué son esas tantas cosas que hacen que tú mente vuele?
—El hospital.
—Bien Gena, ahora que lo mencionas. Sabes que no tengo ningún problema en que vayas, al contrario, te admiro mucho por eso, pero preferiría que disminuyas tus visitas.
—¿Por qué lo dices?
—Porque si bien no es un tema que me interese, tampoco es algo que no me importe. Y creo que, yendo al hospital, no lograrás socializar como deberías y por lo tanto, quizás no puedas encontrar a un joven que llene tus cualidades.
—Sabes que no es algo que me interese.
—Lo sé perfectamente, y comparto tú opinión. Pero si te soy sincero, tampoco me gustaría te quedes soltera. Eres muy hermosa, y no creo que la soledad sea una buena compañía para ti.
—Es la primera vez que escucho, dices algo sensato, respecto a ese tema —agregó doña Ernestina.
—Hay algo que no había comentado con ustedes para evitar comentarios, y por lo reciente del asunto. Pero viendo la preocupación que demuestran sobre el tema, y dado a que mi hermana Linda ya lo sabe... conocí a alguien y estoy enamorada —agregó Gena, con cierto miedo y al mismo tiempo mucha seguridad.
—¿Enamorada? ¿De quién? —preguntó don Flavio muy sorprendido.
—¡De Rodolfo! De quién más puede ser —agregó doña Ernestina muy emocionada.
—No es Rodolfo mamá. Se llama Ricardo, lo conocí en el hospital.
—¿Ricardo? —preguntó doña Ernestina muy confundida.
ESTÁS LEYENDO
CERCA DE TI
RomanceHay promesas que aunque parecen simples jamás se rompen, e historias de amor que perduran toda la vida. A Gena jamás le explicaron sobre la posibilida de seguir amando más allá de la muerte, hasta que conoce a Ricardo. Un joven de distinta clase so...