#29: Solo un rato más.

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Naomy

Miro a través de la ventana de la habitación, que se encuentra frente a la piscina. Muerdo el interior de mi mejilla al ver a la tal Bárbara quitarse la ropa frente a Ángel, aunque él sigue con la mirada fija en su primo, quien le habla de algo.

Él ya no tiene camiseta por lo que no puedo concentrarme en mi odio por aquella chica, que no para de mirarlo, en paz debido a la distracción de su abdomen.

- Ella es una perra – me sobresalto al escuchar a Abby junto a mí.

- Mierda ¿acaso eres un ninja?

Levanta los hombros y se sienta en la cama

- De hecho, me tocó esta habitación.

- Pues tenía que venir por mi ropa ¿cómo sabes que esa tipa es una perra?

- Supongo que aprendemos a reconocernos.

No puedo evitar reír ante sus palabras, jamás había oído a Abby insultarse a si misma.

- Escúchame, sé que me odias, pero intuyo que tu odio es mayor por ella, está que se come a tu hombre con la mirada.

- ¿Mi hombre?

- Y con ese traje de baño no lograrás llamar la atención ni del perro.

- Hey.

- Solo un segundo. Esa chica sigue creyendo que puede quedarse con quien quiera y créeme que hará lo posible por tratar de tenerlo.

- Lo dice como si fuera un objeto.

- Ella cree que lo es.

Veo a la mencionada unirse a la conversación, antes de señalar el frasco de bloqueador.

Oh, no. Aléjate lentamente.

Ambos fruncen el ceño y es Lucah quien habla, la mirada de Ángel recorre todo el panorama, antes de notar mi presencia en la ventana y sonreír levemente.

Carajo.

Podría esconderme rápidamente y fingir que no pasó nada, pero mi espionaje sería muy evidente, por lo que lo saludo con la mano antes de girarme y sentarme junto a Abby.

- No creo que esté tan mal, me lo probaré.

Tomo la maleta y la abro, sacando el bañador antes de entrar en el baño.

****

De acuerdo, este traje es algo apretado, mi abdomen lucha por su libertad al igual que mis brazos y piernas.

- Si planeas verte como un pingüino, te aseguro que lo lograste, hasta tu forma de caminar es idéntica.

- Cállate.

De la nada, abre los ojos de manera exagerada y muerde su labio, sé de inmediato que una mala idea cruza por su cabeza. Sin decir algo, saca de la mochila una cartuchera y de ella, unas tijeras.

- Atrás, bestia.

- Te prometo que el cambio te gustará.

- No gracias, soy de las que no dejan que personas con bajo coeficiente intelectual se acerquen a mí con tijeras.

- Prometo que aprobé ese curso.

Retrocedo, con dificultad – No creo que "acercarse a la chica que no te agrada con tijeras" sea un curso que se desapruebe fácilmente.

- No me desagrades, bueno, ya no.

- Oh, eso es alentador.

- Ay, por favor, prometo que...

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