#48: Perdóname, muñeca.

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Naomy

Me giro hacia la pequeña cama improvisada de Abby, junto a mí. Sebastián la tiene entre sus brazos y ambos duermen plácidamente.

Sonrío como puedo, este par es lo más disparejo que pude haber visto.

Verifico la hora de mi teléfono, pero inmediatamente me arrepiento. Más de veinte mensajes de Ángel se registran en mi buzón.

Para mi mala suerte, sé que soy débil por lo que los abro y elimino todos.

Estúpidos sentimientos.

Poco a poco me voy convenciendo que venir no fue una buena opción, me habría evitado ser parte de su estúpido juego.

Mierda, pero a pesar de querer imponérmelo a mí misma, no puedo dejar de amarlo y eso es lo que más me duele. Él realmente nunca me amó, sigue siendo el mismo adolescente que rompió mi corazón.

Me siento la escoria más patética, después de todo fui yo quien cayó.

Parpadeo varias veces para evitar que las lágrimas caigan. Ya fue suficiente tristeza por ayer.

El amor es una mierda.

Unos golpecitos se escuchan en la puerta de la sala. Tomo un cojín y se lo tiro a Sebas.

- ¡Mierda!

Rio ante su reacción – Dejen de restregarme su amor en la cara y ve a abrir la puerta, eres mi enfermero y no puedo levantarme.

- Que pesada.

Con dificultad se levanta y sale de mi habitación.

- ¿Estás mejor? – pregunta Abby dándose la vuelta.

- Sí – miento.

Cuando está por decir algo, se gira a la entrada e inmediatamente se calla. A mi pesar, sé quien es.

- ¿Qué haces aquí?

- Te dije que estaría al pendiente.

- Abby – Sebastián la mira desde fuera de la habitación, ella se levanta y lo sigue.

- ¿Qué mierda le dijiste?

- Que quería hablar contigo, el tipo está enamorado, sabe lo que siento.

Trago en seco, realmente no puedo creer su cinismo – Eres un gran mentiroso, no puedo creer que lo creí. ¿Qué ganaste, Ángel? ¿Un viaje? ¿Dinero? ¿Fama de conquistador?

- Naomy, déjame explicártelo, por favor.

- ¿Explicarme qué? – lucho por que mi voz no se quiebre – Que me mentiste, que soy una más en u estúpida lista, que quieres seguir usándome.

Se sienta y trata de acercarse, pero no lo dejo y me pongo de pie.

Mala idea, un vértigo se apodera de mí, pero rápidamente me sostengo de la cabecera.

- No, por supuesto que no.

- Ángel, vete.

- No, no hasta que oigas lo que tengo que decirte. Nada de lo que dijo Ethan es verdad.

- ¿Por qué creerte?

- Porque sé que me amas con la misma intensidad que yo te amo a ti.

Estoy tentada a darle la contra, pero su argumento es correcto. Amo a este imbécil con todo mi corazón.

- Yo...

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