#39: Es amigo mío.

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Naomy

Una semana en este bendito hospital.

La comida es horrible, al igual que la comodidad de los colchones.

Miro una y otra vez la puerta, esperando que Ángel entre por ella, en los últimos días me ha hecho compañía, pero justamente hoy recibió una llamada, se disculpó e inmediatamente salió. No lo he querido admitir, pero lo extraño, lleva todo el día fuera y estoy preocupada.

Su compañía me ha ayudado en el proceso de recuperación, sorprendentemente me ha dado muchos cuidados y sabe cómo tratar el tema.

- Si sigues mirando la puerta de esa manera en cualquier momento se caerá – dice mamá repentinamente.

- Yo no estoy mirando la puerta.

- Por favor, cariño, soy tu madre; te conozco mejor que tú a ti misma. Desde que Ángel se fue estás sin ánimos.

- No es cierto, solo...

Maldita intuición maternal.

- Supongo que aún no son novios.

- No, solo somos amigos.

Entrecierra los ojos y asiente, como si no estuviera convencida del todo y vuelve a su libro.

Tomo mi teléfono y le escribo un mensaje.

"Hola😊"

Inmediatamente borro las palabras, no me puedo delatar. Fui yo quien propuso la idea de ser amigos y debo aferrarme a ella.

Pero... los amigos se saludan, es más, conversan continuamente.

Vuelvo a escribir el mensaje, cuando estoy por enviar el mensaje la puerta se abre, inmediatamente guardo el teléfono, aparentando tranquilidad total.

No es él, es Will, trae consigo una fuente de fruta, saluda a mamá y se sienta junto a mí, tendiéndomela. Le sonrío y acepto uno de los bocadillos.

- ¿Cómo estás?

- Bien, de hecho, acabas de iluminar mi día con esta fruta.

- Sí, la comida del hospital es horrible, paso aquí la mayoría de mis días, así que sé cómo es eso.

Levanto los hombros y tomo un pedazo de manzana.

Will también me ha acompañado, de hecho, todos estos días ha venido a visitarme y a pasar unas horas junto a mí, conversamos un poco del pasado y del presente. Definitivamente nuestra relación ha mejorado mucho desde que nos volvimos a ver.

Del montón de papeles, saca una tarjeta y me la tiende con una sonrisa tímida.

Es dorada con un enorme lazo blanco en el medio. Cuando deshago el nudo y me fijo en la tarjeta que hay dentro no puedo evitar sonreír.

- ¿Te casarás?

Asiente – Le conté a Kim que te volví a ver, inmediatamente se emocionó y empezó a gritar por toda la casa.

- ¡¿Kim?! Cuanto tiempo ¿ustedes se casarán? Vaya... quien lo diría.

Ríe y saca de algún otro lugar tres máscaras – Será temática, ya sabes cómo es Kim. En fin... algún otro día conocerás nuestra historia.

- No seas aguafiestas, quiero saber.

- Quizá otro día, señorita. Ahora debes tomar tu medicina.

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