#37: ¿Amigos?

32 1 0
                                    

Naomy

Me duele todo.

Mi espalda está sumamente recta y adolorida. Quiero levantarme de donde sea que estoy, necesito masajear mis músculos, están demasiado tensos.

Siento manos acariciar las mías, ambas con distintos tactos.

Intento abrir los ojos, pero no puedo, algo me lo impide. No escucho voces, ni nada, simplemente sollozos.

El cansancio está consumiéndome nuevamente, intento una vez más abrir los ojos, esta vez lo consigo. Lo único que puedo ver es un techo totalmente blanco, también capto sonidos de una especie de máquina, son constantes y parecen seguir un ritmo.

Emito un sonido gutural. Inmediatamente siento unas manos en mi espalda, que me ayudan a levantarme.

Mi corazón se estruja al ver a Ángel observándome, mamá está en el otro lado, con lágrimas en los ojos. Antes de poder decir algo ambos se abalanzan sobre mí y me encuentro en una especie de abrazo compartido.

Las manos de Ángel se posan en mis mejillas y une nuestras frentes. Realmente estoy muy confundida.

- Dios mío, estás aquí.

Mamá por otra parte besa mi mano, que por cierto tiene un aparato sobre mi índice, y ríe.

- ¿Alguien me dice que está pasando?

- Ay mi niña – sorbe por la nariz – Tuviste un accidente. Pero gracias a Dios ya estás bien, solo son pocas secuelas.

Por unos minutos permanecemos juntas, puedo sentir su corazón contra el mío, me gustan los abrazos de mamá, me tranquilizan y sé que podré seguir.

- Iré a avisarle a Ian, estuvo aquí horas, bajó a la cafetería.

- Mamá.

- Dime, mi niña.

- Te quiero.

Mamá sonríe dulcemente y besa mi frente – Yo más, Naomy y ten por seguro que esta vez estaré a tu lado.

Cuando ya esta fuera de la habitación me giro hacia Ángel. Aplana los labios, cuando estoy por hacer más preguntas, me atrae hacia él. Mi rostro queda en su pecho y sus brazos rodean mi cintura. Aún estoy un poco desorientada, pero el estar nuevamente entre sus brazos hace que todo se sienta mucho mejor.

- No puedo creer que estuve a punto de perderte.

- Aquí estoy, Ángel.

- Lo sé, pero no termino de creérmelo.

- Puedes pellizcarme – intento bromear.

Aspiro su aroma y me aferro a él. Cuando levanto mi rostro para ver su expresión, veo que está agotado, unas grandes ojeras están bajo sus bonitos ojos y estos a su vez están algo rojos e hinchados.

No puedo evitarlo y tomo sus mejillas, acercando mis labios a los suyos. No se aparta, también acuna mi rostro y me acerca aún más. Esto se siente realmente bien, parece que hace mucho tiempo que no lo beso.

Con una mano, acaricio su cabello, los labios de Ángel son sumamente suaves y me otorgan gran satisfacción. Con timidez, introduce su lengua en mi boca y se une a la mía. Su beso, que cada vez se va tornando un poco más salvaje, remueve cosas en mí. Me separo ligeramente para tomar un poco de aire y recargo mi frente en la suya.

- Eso se sintió muy real.

- Lo fue.

Pero es cuando el torbellino de los últimos hechos, viene a mi mente. Un "te quiero" no correspondido, un "adiós" para siempre.

Nuestro MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora