Stephanie
Entro en la habitación e inmediatamente cierro la puerta a mis espaldas.
- Malas, pésimas, desastrosas noticias.
- ¿Se canceló la fiesta? – pregunta Abby terminando de cepillar su cabello – Y yo que me acabo de vestir.
Me siento sobre la cama, junto a Naomy, quien está recostada mirando al techo.
- Algo peor, le dije a los abuelos sobre lo de la fiesta con la ligera esperanza que se enfadaran y la prohibieran, pero por el contrario parecían muy alegres y dijeron que todo estaba en orden, que se ocuparían de las niñas y se quedarían en una cabaña cercana.
- ¡Fiesta! – grita Abby entusiasmada mientras aplaude.
- No quiero una fiesta, hace mucho que no voy a una.
- Quizá no la quieres porque olvidaste lo divertidas que son. Además, no es cualquier fiesta, es la tuya.
Se acerca con un peine y sin decir más, cepilla mi cabello.
Esto es raro.
- ¿Tú que dices?
Ambas giramos a ella, pero Naomy sigue concentrada en sus pensamientos, le lanzo una almohada, logrando que reaccione.
- ¿Ah?
- ¿Qué opinas?
- Quiero dormir.
- Olvídalo, está perdida.
- En fin, no tengo nada que ponerme y...
- Excusas, siempre quise ser un hada madrina.
Sin esperar mi respuesta, saca del armario un montón de vestidos amontonados y los esparce por la cama asegurando que son lo único que pudo traer por lo que son sus posesiones más preciadas.
- A veces creo que Liessel es más madura que tú – comenta Naomy levantándose – Bien, elegiré este, las vacaciones están por terminar y quiero divertirme.
Toma un vestido corto color negro y lo examina.
- Llévate también estos, van con el color de tu piel – propone Abby.
Naomy frunce el ceño y los toma antes de encerrarse en el pequeño cuarto de baño de la habitación.
Mi acompañante sonríe maquiavélicamente y se gira con unas pinzas en la mano y unas brochas de maquillaje en la otra.
Suspiro. Naomy y Abby tienen razón, estos días sacrifiqué mis improvisadas vacaciones por trabajo y quizá sea tiempo de distraerme.
Asiento, depositando por primera vez mi confianza en ella. Tras unos largos minutos Naomy sale del cuarto de baño con un vestido ceñido y color vino. Sin permiso, toma unos zapatos de tacón del guardarropa de Abby y se los pone.
- Noup, están muy altos. Cogeré los otros.
- Los dorados te favorecen. En fin ¿ondas o lacio?
- Eh...
- Ondas, entendido.
Solo no quemes micabello.
****
Bien, mi reflejo en el espejo no luce nada mal, hice bien en confiar en las habilidades de Abby, el color de los ojos es delicado, al igual que el de los labios y me gustó la elección del vestido. Es azul acero e igual de ceñido que el de Naomy. Me siento bonita.
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Nuestro Momento
Teen FictionHace unos cuantos años Naomy abandonó su hogar, ¿la razón? Un corazón roto y una propuesta irresistible que elevaría su carrera. Ahora, tiene una vida que nunca se imaginó, disfruta de ciertos lujos y comodidades. Pero... ¿qué sucede cuando es hora...