#52: Ya no hay un "juntos".

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Naomy

- ¿Despedida?

- Sí, señorita.

- ¡¿Por qué?!

- Es obvio que sus sentidos están en otro lugar y necesito una asistente que esté 100% concentrada en su trabajo.

- Pero...

- No insista, por favor.

De acuerdo, no es algo que me afecte. Creo que así no me despidieran yo iba a renunciar. El tipo es patético, pide una y otra cosa y espera que esté frente suyo a los cinco segundos.

- De acuerdo – me encojo de hombros.

- ¿Es en serio?

- Sí, no insistiré.

Tomo mis cosas y camino hacia la salida.

Se supone que debería insistir, pero... ni siquiera tengo ganas de seguir. Ser secretaria no es lo mío y no creo que lo sea en un futuro.

Mi despido significa una sola cosa, debo buscar otro empleo. Que patética, no duré ni un mísero mes en un trabajo. Sé que mamá no me presiona por aportar a la casa, pero es más como una especie de deseo personal.

De repente, mi teléfono suena, indicando un número desconocido. Frunzo el ceño y con cierta desconfianza, contesto.

- ¿Diga?

- Naomy, soy Will. Escucha, quería confirmar tu asistencia a la boda.

- No creo que pueda...

- ¡Vendrás a mi boda, idiota! – ya no es Will quien habla, me parece reconocer la voz de Kim. No puedo evitar sonreír.

- Hola, Kim.

- Sí, sí, dejemos las formalidades, Naomy. No quiero pensar que no superas a mi prometido – bromea.

- Sí, no he olvidado a Will, aunque ya pasaron más de tres años – ruedo los ojos.

- Podríamos casarnos los tres, un matrimonio polígamo podría funcionar. Aunque terminarías enamorándote de mí. Ya en serio, solo... debo explicarte, sé que Will y tú fueron pareja y...

- El pasado es pasado, Kim. Él es tu presente, yo lo quise mucho, pero las cosas no funcionaron. No te sientas culpable.

- Eso es agradable de oír, gracias.

- No es nada – hago una pausa – Nos vemos mañana.

- Seré la del vestido blanco.

- Seré la de la máscara. Adiós Kim.

****

Alguien toca la puerta con desesperación, despertándome de mi sueño.

Espero a que alguien vaya a abrir, pero los golpes parecen ser cada vez más persistentes. Me levanto, con desagrado y camino hacia la sala.

Escucho voces, que no logro descifrar del todo, por lo que asomo mi cabeza, logrando solo identificar la espalda de Max, que por alguna razón está desnuda.

Me asomo por la puerta.

- ¿Quién es, Max?

Y mi corazón empieza a latir con suma rapidez. Ángel está en el marco de la puerta, con el ceño fruncido y su mirada se desplaza de Max hacia mí.

Mierda, esto tiene mala pinta.

- Ángel...

- Yo... los dejaré solos – dice Max.

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