—¡Pero si ha venido todo el equipo europeo! —exclamó Chris en cuanto nos abrió la puerta de su casa, refiriéndose a Max, Ellie y yo.
—Australia no es Europa —le recordó Hayes con una ceja levantada, porque él muy europeo no era.
—Participáis en Eurovisión, eso ya es suficiente —dijo Chris.
Max soltó una carcajada y le dio una palmada en el hombro a su amigo, entrando en su casa con toda la tranquilidad. Desde fuera se escuchaba música alta pero parecía pacífico, pero cuando entramos casi se podía respirar el nivel de intoxicación etílica de la mayoría de la gente.
—¡Hola! —nos saludó una chica muy sonriente y muy rubia—. ¿Queréis mojitos? Estamos haciendo en la cocina.
Según me explicó Max, esa chica se llamaba Marie y era la novia de Chris, aunque tenían una relación abierta o algo así. Todo eso me lo contó mientras íbamos, junto con Ellie y Hayes, a la cocina a por los mojitos prometidos, aunque mucha más información no tenía porque no se enteraba de nada, el hombre.
—Debe ser complicado tener una relación abierta —dijo Hayes mientras, a falta de mojitos ya preparados, nos hacíamos los nuestros propios con los ingredientes que había en la mesa.
—Supongo que es saber gestionarlo. —Me encogí de hombros, vertiendo lo que suponía y esperaba que fuera zumo de lima en mi vaso.— Hay gente que lo lleva muy bien.
—¿Y la gente poliamorosa? —preguntó Ellie—. ¿Te imaginas administrar más de una relación a la vez? Yo me pego un tiro.
—Oye, que tampoco es tan difícil administrar una —contestó Hayes.
—Claro que no, si cuando tenemos problemas tú ni te enteras —dijo ella con una sonrisa y la ceja levantada, mirando a Hayes como si fuera un animalito tonto.
Hayes fingió que se reía, y Max a mi lado sacó las hojas de hierbabuena del tupper en el que estaban puestas de cualquier manera.
—Yo creo que cada pareja tiene la que mejor le va —dijo, aportando algo a la conversación—. Hay gente que es muy celosa y no puede con una relación abierta, gente que se siente en una cárcel si tiene que estar en una relación cerrada... Todo es ponerse de acuerdo.
—¿Y si no se pueden poner de acuerdo? —preguntó Ellie.
—Pues si alguno de los dos no va a ser feliz y tiene que conformarse con lo que la otra persona quiere, casi que mejor no estar juntos. —Se encogió de hombros y le dio un último toque al mojito con algo más de zumo de lima.
Salió de la cocina sin decir nada más, dejándonos a los tres con el ceño fruncido.
—¿Que habéis tenido la clásica discusión del "qué somos"? —me preguntó Ellie.
—No. —Negué con la cabeza, y miré hacia fuera de la cocina para ver a Max hablando con esa chica que conocí en la fiesta de su empresa, la tal Meg a la que claramente le gustaba.
Noté un conocido ardor en el pecho y cerré los ojos, respirando hondo. No, no podía involucrar los celos en esto. Había comprendido hacía tiempo que no eran sanos, pero de la teoría a la práctica había un trecho. Era algo que todavía tenía que conseguir dominar, pero no iba a dejar que afectaran a mi toma de decisiones.
Tomé un sorbo del mojito y me fui con Ellie y Hayes al sofá, aunque al no haber sitio para los tres Ellie se sentó en el suelo, delante de nosotros.
Una hora más tarde, estábamos bebiendo a morro de la botella de vino blanco que habíamos llevado. Max había estado un rato con nosotros, actuando con normalidad pese al comportamiento raro que había tenido, pero luego había vuelto a ir a hablar con no sé quién.
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Los días en Auckland
Romance¡YA DISPONIBLE EN PAPEL EN AMAZON! A Julia le rompieron el corazón. Doblemente, y a la misma vez. Dos de las personas más importantes de su vida la traicionaron, aunque no se puede decir que fuera algo tan inesperado. Tampoco se puede decir que su c...