Veintiocho

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Creo que, en ese viaje, escuché cantar a Raquel más que en todos los años que hacía que la conocía, y mira que era difícil porque la mujer vivía en un karaoke constante. Pero verla cantando, junto a Andrea, canciones de Shakira a gritos, fue toda una revelación, y más teniendo en cuenta que grabé una gran parte.

—Ni se te ocurra subirlo a Instagram, eh —me dijo ella, arrastrando las palabras por la cantidad de alcohol que corría por sus venas, y yo negué con la cabeza.

—Yo nunca haría algo así. —Me llevé una mano al pecho, indignada, como si me pareciera un insulto que hubiera siquiera contemplado esa posibilidad, aún teniendo en cuenta que ya los había subido todos a Instagram, con filtros y stickers graciosos incluidos.

—Eres la mejor —contestó, abrazándome, aunque fue más como si se dejara caer sobre mí.

La playa estaba llena de gente, había un par de personas en el escenario poniendo música —aunque yo creo que más bien habían puesto una lista de Spotify y se habían quedado tan panchos—, y se supone que ponían de todo, pero la música de los 2000 era la que predominaba, y Raquel y Andrea lo estaban viviendo como nunca... La música, y la barra provisional que habían instalado cerca del escenario, porque las dos ya llevaban encima una turca impresionante. Sandra se ciñó a la cerveza, algo que nos sorprendió a todos, e iba bastante bien y, en cuanto a mí... Bueno, me sentía con ganas de experimentar y, aunque de momento solo había tomado un mojito, después de asegurarme de que Raquel podía sostenerse en pie me fui en dirección a Adri, Miriam, Max y Pablo, que estaban sentados en una toalla liándose un par de porros.

—¿Fumas? —le pregunté a Miriam, sentándome a su lado.

—De vez en cuando —contestó, llevando el porro a la boca y encendiéndolo con el mechero que Adri le dio. Tras darle una calada, miró detrás de mí, en dirección al escenario—. ¿Cómo van esas dos?

—Se ha quedado Sandra ahí para mantenerlas a raya —le dije, y ella sonrió.

—En un rato Raquel empezará a insistirme con que la lleve a caballito porque no podrá ni caminar, ya veréis —se quejó Adri y, teniendo en cuenta su historial, era lo más probable.

—Y como tú tampoco podrás caminar, tenemos hostia asegurada —contestó Pablo.

—Pues es probable —dijo Adri con una sonrisa.

Max estaba echado al lado de Adri, y fue el tercero en fumar después de Pablo. Me miró con la curiosidad de siempre mientras expulsaba el humo, y le pasó el cigarro a su amigo. Nunca conseguí entender qué era lo que tan curioso le parecía de mí, y menos teniendo en cuenta que me había visto desnuda bastantes veces, aunque a nivel emocional no tanto... Quizá fuera eso, pero con él nunca se podía estar segura.

Estuvimos fumando un buen rato, y yo decidí dejar de hacerlo porque ya me sentía bien, como en una nube, y sabía que si fumaba más era probable que empezara a convertirse en  una sensación desagradable. Tan en las nubes estaba, que no escuché a Raquel y Andrea acercarse hasta que la primera se me tiró encima cantándome una canción que ya tenía sus años.

—No puedo despegarte from my miiiiind —cantó a gritos, arrastrando la "i" de la última palabra hasta el punto en que pensé que iba a quedarse sin aire, y aplastándome contra el suelo.

—No, si eso de echar un polvo todos juntos parece que cada día se lo toma más en serio —le dijo Adri a Max, bromeando, y aunque yo estaba muy ocupada quejándome e intentando quitarme a Raquel de encima, no pude evitar reírme.

—Oye, que yo sigo proponiéndolo —dijo ella—. Pensadlo bien: somos todos unos bombones, sería una maravilla. Aunque teniendo en cuenta cómo están, yo creo que Max y Julia se quedarían dándole al tema ellos dos solos todo el rato y sería casi voyeurismo.

Los días en AucklandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora