Mi mes de septiembre empezó conmigo llorando, sentada en el suelo del cuarto de baño, con un test de embarazo recién hecho delante de mí.
Aun así, creo que es importante explicar todo lo que ocurrió antes de llegar a uno de mis puntos más críticos de esa época.
Hacía seis días que Max se había ido, y yo era un desastre a nivel emocional. Ni siquiera él había podido contenerse, y justo la noche anterior había visto —o, más bien, escuchado— por primera vez a Max realmente hecho mierda cuando me había llamado a sus dos de la mañana diciéndome que no podía más. Había tenido que aguantarme las ganas de pedirle que volviera y sacar fuerzas de donde apenas me quedaban para intentar animarlo, y creo que funcionó. Creo. O, al menos, funcionó un poco.
Nunca había estado lejos de casa, pero Raquel, que había estado seis meses en Italia, me había dicho que la primera semana viviendo fuera era una mierda, y que solo querías morirte o volver —palabras suyas—, así que había llegado a la conclusión de que eso era lo que le pasaba a Max.
Y, además de estar sufriendo y de tener que ver a Max pasarlo igual de mal, empezaron a pasar cosas con las que no contaba en absoluto.
La mañana anterior, me había despertado con náuseas. Lo había asociado rápidamente a la comida rápida y de pésima calidad que había comido la noche anterior, pero cuando tuve que vomitar a la mañana siguiente, la del día en cuestión, empezó a parecerme raro. Dos días seguidos con náuseas por la mañana no eran una buena señal.
Aunque la evidencia estaba delante de mis narices, decidí hacerme la loca y actuar como si no hubiera pasado absolutamente nada. La realidad era que no podía con más problemas. Que sí, que había gente que lo pasaba peor y tenía problemas más graves, y que una ruptura —o lo que fuera que había ocurrido entre Max y yo— no era para tanto, pero me dolía, y creo que tenía todo el derecho del mundo a estar triste.
A día de hoy sigo sin entender la tendencia de la gente a minimizar los problemas de los demás con un "hay gente que lo pasa peor". Como si no pudiéramos estar tristes por chorradas, o por cosas que no fueran la muerte de algún ser querido, una enfermedad o algo así de horrible. A cada una nos afectan los problemas de forma diferente, y yo creo que es algo que se debe respetar. Sí, en su momento me consideré débil por estar tan mal por algo así, pero ahora que miro atrás, no creo que lo fuera.
El tema es que yo decidí que ahí no había problema alguno, pero cuando eres amiga de Sandra Tomás, no puedes hacer como si nada.
—O sea, que vomitas dos días pero no hay nada de qué preocuparse —me dijo con solo un pequeño porcentaje de su sarcasmo, que ya era mucho. Cabe destacar que yo solo le había hablado de mis náuseas del día anterior, lo del vómito de esa mañana me lo había obligado a contar porque llevaba una cara de muerta impresionante—. Tú últimamente vives en el país de las florecillas, Julia, si es que parece que vayas fumada cuando me dices estas cosas. ¿Dónde está la Julia pesimista de siempre? Nunca pensé que la echaría de menos.
—Es que no es para tanto. A lo mejor solo es una gastroenteritis. —Me encogí de hombros antes de darle otro sorbo al café con leche.
—Ya, y también puede que sea una mini Julia dentro de tu barriga —respondió.
—Ay, qué exagerada. —Hice un movimiento de mano para enfatizar mis palabras.
—Pues nada, cuando tengas un barrigón enorme y ni siquiera quede la posibilidad de abortar, ya me lo cuentas —me dijo, y me eché a reír.
De verdad os digo que yo estaba en negación. Todo lo que Sandra me estaba diciendo me sonaba a chiste. Me parecía graciosísimo.
Tuve que empezar a replantearme mi postura ante ese tema cuando media hora después vomité el café. Sí, el café. Más patético, imposible. Entonces pasé de estar en una nube de despreocupación a casi colapsar del estrés.
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Los días en Auckland
Romance¡YA DISPONIBLE EN PAPEL EN AMAZON! A Julia le rompieron el corazón. Doblemente, y a la misma vez. Dos de las personas más importantes de su vida la traicionaron, aunque no se puede decir que fuera algo tan inesperado. Tampoco se puede decir que su c...