Capítulo 7

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¡Joder! ¿Por qué rayos lo invité a pasar? Tal vez podría decirle que olvidé que dejé una llave abierta y ahora seguramente estaría inundada la casa... No, querrá ayudar... ¡Ya sé! Podría cerrar la puerta en su cara.

Miré hacia donde estaba él y su sonrisa burlona estaba más grande que antes, mientras enarcaba una ceja. Joder, ya no podía arrepentirme, simplemente comencé a caminar de nuevo hasta la puerta, oyendo como él venía tranquilamente detrás de mí. Saqué las llaves e introduje la que abría la puerta en la cerradura, segundos después abrió.

Pasamos y yo dejé mi mochila en el piso junto a la puerta, él hizo lo mismo y cerró la puerta.

Inicié mi plan y me acerqué a la nevera para asaltarla, al abrirla me encontré con mucha comida. Por Caos, podría hacerme un estupendo y suculento emparedado con jamón, jitomate, lechuga, cebolla, queso y luego podría hacerme un pudín y...

-No me sorprendería que te comieras toda la nevera – mis orejas se encresparon al sentir su aliento cerca, lo miré de reojo y vi que sus ojos brillaban al ver MI comida. Ah, no hermano, consíguete la tuya.

Cerré la nevera, primero debía bañarme, no quería pescar un resfriado.

-Shadow...

-¿Sí?

-Ahí hay un baño, deberías bañarte, yo también me iré a bañar. No toques mi comida y si terminas de bañarte antes que yo, NO ESPÍES.

Empecé a subir las escaleras hacia mi habitación, no sin antes escuchar...

-¡No prometo nada!

Bufé y desaparecí de su vista. Al llegar a mi habitación me quité la ropa y me metí al baño.

(...)

Terminé de secar y cepillar mis púas, me puse algo más cómodo y empecé a bajar las escaleras. Un olor delicioso inundó mi nariz al llegar al filo de las escaleras. Bajé y me fui a la cocina, en la mesa yacían servidos algunos hot cakes, parecían recién hechos pues aún seguían humeando.

-Sé que tienes hambre, así que ahórrate tus sermones y siéntate a comer.

Eso me tomó desprevenida, Shadow estaba observando recargado en la puerta, me dejó sin palabras, así que hice caso y me senté, de todas formas tenía hambre.

Él también tomó asiento y empezó a comer.

Tiempo después, la lluvia se detuvo y él se levantó, tomó su chaqueta y antes de salir me dijo:

-Mañana vendré de nuevo, Rose.

Genial, Amelia, acabas de invitar al mismísimo demonio a tu casa.

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