Capítulo 8

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*Flashback*

Caí al suelo después de que ellas me empujaron con fuerza.

-Niña tonta... ¿De verdad creíste que él se fijaría en ti, que se enamoraría de ti? Jajaja – mis lágrimas se intensificaron cuando lo vi besándose con otra, en frente de mí, en mis propias narices. – Eres patética, Amelia.

-Nadie podría amarte nunca, ni fijarse en ti, tan sólo mírate. Vistiendo esos tontos vestidos aniñados, en tonos rojos o rosas... Esa voz chillona. –Ésta vez, habló la chica con la que se había besado Sonic, Sally-.

Había sido suficiente. Como pude me levanté, y salí corriendo de ese lugar, dejando atrás las risas y burlas de todos.

-¡Nadie jamás sería amiga de alguien como tú!

Corrí a lo alto de una colina, lejos de la cafetería, de donde recientemente había escapado. Visualicé un manzano antes de llegar, pero tropecé con mis propios pies, causando mi caída. Ésta vez no me molesté en levantarme, me quedé ahí cubriendo mi rostro con mis brazos y seguí llorando como toda niña estúpida, por supuesto que mi vestido había quedado manchado de lodo y pasto.

Sentí como alguien se había parado justo en frente de mí, levanté mi vista para encontrarme con un camaleón morado, lo había visto varias veces, pero nunca hablamos pues él siempre estaba leyendo algo.

Me tendió la mano, invitándome a levantarme, como lo haría cualquier amigo... Me gustaría saber en donde estaban aquellos a los que yo llamaba "amigos". Ah, claro, estaban en la cafetería, sólo viendo, nada hicieron por mí.

¿Qué hice mal?

Acepté su ayuda al tomar su mano, me ayudó a levantarme, aunque yo no tenía muchas ganas, realmente estaba destrozada. Me sacudí, pero aún así quedó la mancha. Rebuscó algo en su mochila y me ofreció un pañuelo, el que sin dudar acepté.

-Gracias... Ehh... -Dejé la frase incompleta al no saber su nombre-.

-Espio. Ten esto también. –me dio una bolsa de papel, de esas en donde se guarda comida, lo miré dudosa, él solo me hizo una seña para que aceptara. Tomé la bolsa y la abrí, dentro había un emparedado, una manzana y jugo de naranja. ¿Por qué me estaba dando su comida? – Puedes quedártelo, yo siempre traigo doble y ya comí.

Sonrió un poco y se colocó debajo de una rama, de la cual después se colgó con ayuda de su cola, yo no podría hacer eso. Apuntó con su mano un costado al lado de él, yo me senté.

Ya no sentía dolor en mi pecho, era como si esas simples acciones me hubieran aliviado el dolor de semanas.

-¿Por qué eres tan amable conmigo? No nos conocemos.

-No tengo que conocerte para saber que eres una buena persona. Vi lo que pasó allá y no quería dejarte sola, menos con esa clase de abusivos aún queriendo torturarte. Por lo general no soy así, pero tú me inspiras confianza.

Él respondió y cerró sus ojos, su media sonrisa iba desapareciendo, señal de que se estaba durmiendo, como si no le tuviera miedo a caer.

Él había sido la primer y única persona que me había tratado bien, incluso me había ayudado y me dio su almuerzo.

Estaba delicioso, era un emparedado de atún.

Camino a casa, compraría ingredientes y convencería a mamá para que diario me hiciera uno.

RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora