Capítulo 12

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Desperté debido a ese sueño, odio tener recuerdos como sueños, se siente horrible. Vi la hora en el reloj que estaba al lado de mi cama sobre el mueble, faltaban dos horas para el amanecer.

Suspiré, pues sabía que no podría dormir de nuevo, busqué con mis pies mis pantuflas, el piso estaba demasiado frío, una vez que las encontré, me las coloqué y nuevamente busqué una bata, no iba a bajar a ningún lado con este frío y sólo en una camiseta de tirantes.

Una vez que me la puse, salí de mi habitación y me aseguré de que mamá estuviera en la suya, debió haber llegado mientras yo dormía. Comencé a bajar las escaleras, cuidando no despertarla y fui directo al refrigerador, moría de hambre, lo abrí y dentro encontré un emparedado tapado.

-Deja de mirarme y cómeme – susurré fingiendo la voz del emparedado, que me hablaba para comerlo, cualquiera diría que estoy loca, y sí, estoy loca.

Destapé el emparedado y probé un bocado, estaba delicioso a pesar de estar frío. Me serví un jugo y después me senté.

Estaba ya por acabar mi desayuno cuando alguien tocó la puerta.

-Ya voy. - ¿Quién diablos podría ser a esta hora? Abrí la puerta-.

-Hola, Amy.

-¿Silver? ¿Qué haces aquí tan temprano?

-Oh, perdón, te interrumpí mientras comías, bueno sólo quería que me acompañaras a correr.

-Estás loco, yo no corro.

-Por favor – él me miró triste-.

-Agh, bien, espérame aquí.

(...)

-Jaja, vaya que era en serio lo de que no corrías, eh.

-Ca-llate… M-mejor tráeme agua, por favor… -hablé entrecortado, mi respiración estaba agitada y yo estaba cansada, apenas llevábamos tres calles, él asintió y se fue riendo a otro lado, yo por mi parte me senté en una banca que estaba cerca-.

Minutos después, una botella se colocó enfrente de mi rostro, la tomé y sin dudar le tomé un buen trago.

-Amy…

-Dime.

-¿Por qué ya no hablas con los chicos?

-No tengo nada de qué hablar con ellos – justo del tema que no quería hablar, los recuerdos me dan rabia y una sensación molesta de desasosiego-.

-¿Planeas vengarte de ellos?

-¿Qué harás si te digo que sí?

-Qué estás en todo tu derecho -volteé sorprendida, eso es algo que no me esperaba escuchar de alguien tan pacífico como Silver-. Te conozco Amy, hemos sido como hermanos desde hace mucho tiempo y yo sé que eres rencorosa y vengativa, así que permíteme ayudarte.


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