Minato.

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Sus lágrimas caían, pero él aún no había despegado la boca. Así nos quedamos, en la oscuridad, entre lamentos y sollozos mudos. Sus manos me tocaban sin fuerza y estaba completamente apoyado en mí, como si se fuese a desplomar en un instante.

Yo le acariciaba el cabello, como si eso pudiese calmarle, aunque fuese un poco. Pero siguió llorando hasta que se quedó dormido sobre mí.

El malestar se instaló en mi cuerpo, e incluso yo comencé a llorar, sin saber muy bien por qué, anticipándome a lo que me diría, a cómo me sentiría. Y así, ambos nos quedamos dormidos.

El despertar no fue mejor que la noche anterior. Miradas huidizas, silencios entre los vasos. Temblores.

Pasamos así una angustiosa mañana.

Minato...

-No legué. No llegué a tiempo.

El cristal impactó contra el suelo y se hizo añicos al acabar su frase. El cayó de rodillas tras él. Y repitió esa frase como una letanía, incluso cuando le abracé fuerte, y pensé que el calor de mis brazos podría hacerle sentir mejor, pero no lo hizo.

-No llegué a tiempo –volvió a repetir en un susurro.

-Minato, tranquilo. Sea lo que sea, ya ha pasado.

Me miró, con los ojos enrojecidos de llorar y la mirada rota.

- Obito.

-¿Qué ha pasado con él?

Intenté sonar calmada, pero una nota de pánico se instaló al fondo de mi garganta y me fue imposible ocultarla.

-No llegué a tiempo.

Mi corazón se hizo añicos, y a pesar de que no quería que me viese llorar, me fue imposible esconder tal tristeza.

-¿Y Kakashi? ¿Y Rin? ¿Están bien?

-Rin fue capturada por el enemigo. Kakashi y Obito consiguieron salvarla, pero para cuando llegué, Obito ya no estaba. Al principio pensé que se habrían enfadado, ya sabes cómo son estos chicos, pero Rin se me echó encima, y me fue imposible calmarla. Se echa la culpa de que esté muerto, pero toda la culpa es mía, si no los hubiese dejado solos...

-Minato, ya basta. Eso no es culpa tuya. Es todo culpa de las guerras. Hiciste lo que creías correcto. Ni tú ni Rin matasteis a Obito.

-Kushina, no llegué a tiempo.

Y volvió a llorar todo lo que se había aguantado frente a sus alumnos corrompidos por el dolor.

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora