Examen.

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Tras una hora de clases que se me antojó eterna, corrí hasta mi casa. Debía prepararme bien para mañana, pero tenía muy poco tiempo y yo no era especialmente buena en nada. ¿Por qué nadie me había avisado de que sería todo tan pronto, ya sabes? Malditos exámenes de Genin. Entré en casa, había una quietud estremecedora, por lo que supuse que mis padres habrían salido. Maldición, a lo mejor alguno de ellos podría ayudarme. Me preparé un poco de ramen y comí sin muchas ganas. No era buena en ninguna especialidad, si acaso en taijutsu, pero solo porque tenía fuerza, no buenas técnicas. Suspiré, se me había pasado el hambre pensando en todas esas cosas y ni siquiera había terminado. Aparté el bol y fui al jardín trasero de mi casa.

Este jardín era lo que más me gustaba de mi casa. No era especialmente grande, pero la hierba que lo cubría era suave y mullida, un gran manzano de frutos muy verdes se encontraba en una esquina, proporcionando una espléndida sombra, y remarcando todo el perímetro, miles de flores, de distintas variedades y colores, se asemejaban a una verja. Aquí tendría el suficiente espacio y quietud para poder practicar.

Empecé con la técnica de transformación. Hice rápidamente los sellos, pero no ocurrió nada. Será posible...

Niña estúpida. Te has saltado un sello.

Me sobresalté, ya casi me había olvidado de su voz. ¿Realmente me había saltado un sello? ¿Realmente era tan patosa como para saltarme un sello, ya sabes? Cerré los ojos, buscando concentración. Pensé en mi madre, sí, conocía a la perfección sus rasgos, por lo que podría transformarme en ella fácilmente. Realicé de nuevo, esta vez algo más lento, los sellos correspondientes. Esta vez sí, esta vez lo había conseguido. Me miré en el espejo que había sacado para la práctica de esta técnica. ¿¡PERO QUIÉN ES ESTA MUJER?! Lo único que tenía de similar con mi madre era el cabello rojo recogido en una trenza. Por lo demás... Qué desastre. Deshice la técnica. Esta vez, probaría a transformarme en mi padre. Realicé los sellos, perro, jabalí, carnero. Pasé unos minutos con los ojos cerrados, me daba miedo ver que podía haber salido de aquí. Los fui abriendo lentamente, y para mi sorpresa, era clavada a él, excepto por la nariz, esta era enorme y rosada, definitivamente, no se parecía en nada a la de mi padre.

Ya me había cansado de esa estúpida técnica, así que probé con otra. La famosa técnica de clonación. Pero antes de eso, haría un pequeño descanso, el hambre había vuelto a mí.

Con energías repuestas, empecé otra vez a practicar. Hice los sellos, teniendo especial atención tanto en mis manos como en la cantidad de chakra que iba acumulando.

-Técnica de clonación.

Una Kushina un poco descolorida y enclenque aparece a mi lado. Parece que no está tan mal esta vez. Suspiro levemente, pero esto es suficiente para que mi clon desaparezca. Maldición. ¿Cómo es posible que un soplo de aire haya hecho que se esfume? ¿Cómo se supone que voy a pelear con "eso"? Una risa sarcástica resuena en mi cabeza. Parece que el Kyubi se lo está pasando de miedo viendo como soy una completa inútil.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero el sol hace rato ya que se escondió y unas tímidas estrellas brillan en el cielo. Hoy no hay luna, pero con la iluminación de mi casa es suficiente para seguir practicando hasta caer rendida.

-Kushina. Despierta.

Siento que alguien me zarandea de manera muy brusca. Bostezo y abro lentamente un ojo. Me encuentro en cuarto, arropada en mi cama pero con la ropa de ayer puesta. Mi madre se encuentra al borde de mi cama, sonriendo de lado. Su pelo rojo suelto sobre sus mejillas y sus manos en mis brazos. Me desea suerte para el examen de hoy. Fue ella la que ayer mismo me trajo a mi cama, había caído muerta del cansancio en mitad del jardín. Bajé a desayunar con ella. La mesa se encontraba repleta de cosas, cuatro boles de sopa de miso blanco, bolas de arroz cocido, salmón, sunomono... Al parecer, hoy era un día importante, y no solo por mi examen, mi padre hoy traía un invitado de suma importancia. Un deje de curiosidad se instaló en mí. Hasta la hora de comer no sabría de quién se trataría, ya que si me quedaba a esperarlo, llegaría tarde a mi examen de Genin. Me despedí de mi madre, la única que se encontraba en casa y salí.

El examen se realizaría en la misma aula donde dábamos clase. Cuando entré, ya estaba todo el mundo allí. Había personas nerviosas, pero la mayoría rebosaba confianza y tranquilidad. Los envidié mucho.

-Buenos días alumnos. –todos le deseamos al maestro los buenos días con energía.- Como ya sabéis, hoy es el examen que decidirá si os convertís en Genin, o por el contrario, seguís en la Academia, conmigo. –Hizo una pequeña pausa para mirarnos a todos a la cara.- Empezaremos por orden de lista. Aoyama Mizuki. –el susodicho se colocó frente al maestro. –Técnica de clonación.

Una exclamación salió inevitablemente de mi garganta, y mi cara se fundió en una expresión de terror. Los chicos más cercanos a mí se giraron extrañados y comenzaron a reír al ver mi cara. Eso solo podía pasarme a mí, ya sabes. Por qué no otra técnica más fácil, ya sabes. Tras una interminable ristra de nombres, pronunció el mío. Me acerqué lentamente a él. Todos los ojos estaban fijos en mí, todo el mundo sabía que era la peor de la clase y que seguramente, sería la única que no pasaría el examen. El maestro me dedicó una sonrisa alentadora e inclinó la cabeza en señal de que podía empezar cuando quisiese. Realicé los sellos, poniendo cuidado en el control del chakra, era lo que siempre me fallaba. Sentía a este diferente, más... ¿cálido? No sabía explicarlo, lo que sí podía decir con seguridad es que era diferente al de ayer cuando practicaba, más poderoso y en cierta manera, equilibrado.

-Técnica de clonación.

Una Kushina, exactamente igual a mí, apareció a mi lado. Contuve la respiración, no quería que pasase lo de ayer. Al ver que esta no se esfumaba, fui soltando el aire que contenía de puro nerviosismo lentamente. El maestro sonrió y me dio la enhorabuena, era una de las que mejor lo había realizado. Un subidón de alegría recorrió mi cuerpo y me abracé a mi clon. 

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora