Despierta, Kakashi

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Minato había librado a su alumno de las misiones por un tiempo, pero a este no pareció sentarle del todo bien. Sin nada que hacer, se pasaba las tardes solo. A veces lo sorprendías en rincones poco transitados, con una mirada ida, sin hacer ni un solo movimiento, mirando a la nada. Tras pasar por casa de Kakashi para dejarle algo de comer, me pasé por la oficina del Hokage.

Tras esperar unos minutos a las puertas de su oficina, un vigilante Anbu notificó mi presencia.

-No te esperaba por aquí, cariño-me dijo ordenando unos papeles.- ¿Necesitas algo?

-He pensado que podíamos invitar a Kakashi a que se mude a nuestra casa.

Minato paró de sus quehaceres con aquellos papeles durante un segundo, pero luego volvió a la carga, sacando algunos, haciendo marcas en otros, metiendo folios en sobres.

-Eso es imposible –arqueé una ceja.- Ya se lo ofrecí yo, pero ni siquiera pareció escucharme.

Un triste "oh" se quedó en mi garganta. Apreté los labios con fuerza.

-Pero...

-Ya sé lo que voy a hacer con él. –dijo interrumpiéndome mientras alzaba un sobre.- Lo he promovido a Anbu-abrí los ojos con sorpresa.

-No creo que eso sea buena idea.

-De hecho, es la mejor idea. Kakashi no va a ser capaz de volver a hacer misiones normales por equipos, no confía en sí mismo, no podemos hacer que vuelva a su normalidad, –se dio la vuelta, mirando por la ventana.- sin embargo, los Anbu trabajan por individual en muchas de sus misiones, lo tendría como mi escolta, yo mismo le asignaría las misiones.

Me mordí el labio. ¿De verdad era tan buena como él lo hacía ver? Unos pasos se escucharon en la distancia. Minato se giró, sonriendo.

-Oh, estás aquí Kakashi, que alegría verte –comentó sonriendo.

El aludido se posicionó a mi lado, bajando la cabeza en señal de respeto. Minato le dio el sobre y le instó a que lo abriese y leyese. Sus manos comenzaron a temblar y por primera vez en muchos días, mostraba alguna emoción.

-¿Esto...es de verdad?- preguntó con un hilo de voz.

-Estaría realmente complacido si aceptas mi petición.

Los ojos del menor se aguaron, pero ninguna lágrima cayó por sus mejillas.

-Por supuesto. –dijo con algo de decisión.

Minato salió desde detrás de su mesa y se acercó a nosotros, rodeándonos con los brazos.

-Pues voy a enseñarte al resto del escuadrón.

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora