Kushina

Minato.

Minato Namikaze.
Un chico de pelo rubio revuelto, ojos azul añil y una carita un tanto afeminada fue el que me aseguró, delante de todos los presentes, que ni en sueños sería yo la próxima hokage, ya que esa sería su realidad.
Me senté enfurruñada un par de asientos detrás suya y me dispuse a atender a las clases, aunque mi mente divagaba sin control.

Mis días se sucedían entre las burlas por mi pelo y mi cara redonda y entre esforzarme en las clases. Ninjitsu nunca fue mi especialidad y aunque trataba de hacer que no se notase, el tener que pelear con gente que lo dominaba a la perfección me quedaba por los suelos.

Desde que llegué a Konoha, mi vida se convirtió en una espiral de rutina, hasta que Mito contacto conmigo.
No era nuevo para mi la mención de que sería la próxima Jinchuriki, sin embargo, mencionó algo que me dejo pensativa y a la vez triste. ¿Dónde podría conseguir yo algo que llenase el vacío que me provocaría el Kyubi?
Mito ya estaba mayor y en poco tiempo yo sería su sucesora. Había venido a la aldea para ser el próximo recipiente, ya que ambas, Mito y yo, eramos del clan Uzumaki, conocido por su longevidad, potente chakra, técnicas de sellado y por su gran amistad con el clan Senju de la Hoja.
Mi aldea había sido destruida unos años atrás y ahora todos los Uzumaki estábamos distribuidos por el mundo, esa es la razón por la que llegué yo aquí.

"No te agobies Kushina, debe de haber algo en el mundo para ti, esta claro que la dedicación al ninjutsu no va a ser, pero algo habrá... Minato... ¿Qué hace él aquí?"
Moví rápidamente la cabeza para apartarme el pelo que caía ante mis ojos y me impedía ver, pero ya no estaba allí.
"Juraría que lo he visto en esa rama...mirándome fijamente, estoy segura de que era él, pero ha desaparecido en un segundo...ya sabes."
Me levanté del suelo, y me apoye en la barandilla del puente, observando sus aguas tranquilas.
"Quizá un amigo... No le caigo muy bien a la gente de aquí, pero, las personas pueden llenar vacíos, ¿no?"