Encuentro.

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Mi vida últimamente es más caótica de lo normal. Desde que me trasladé, casi que no he salido de casa. Mi mente se debate entre unas ganas incontrolables de quedarme bajo las mantas sollozando por el miedo y entre la furia que me produce el no saber si algún día volverá a ocurrir. Cuando pienso que estoy preparada para volver a entrenar con las chicas, la duda me asalta y vuelvo a la seguridad de Yuki.

Me siento en una de las sillas de la cocina y Yuki rápidamente sube a mi regazo. Es increíble lo rápido que está mejorando y lo contento que se le ve. Le rasco detrás de la oreja, su sitio favorito, y enseguida se pone a ronronear. Es un sonido my acogedor, realmente, no sé qué haría si no lo tuviese.

Un sonoro golpe resuena por la casa y el pequeño gato, asustado, corre a la cama. Cada vez que hace eso me sale una sonrisa, ¿cómo me va a proteger esta cosa tan mona, Minato? Al otro lado de la puerta, me encuentro a Kimi, a punto de llamar otra vez.

-Buenos días, ya sabes. ¿Ha pasado algo?

Verla en mi portal me asustó. El Hokage me había dicho que mi reincorporación sería cuando yo me viese lista, pero si ella se encontraba aquí, como líder de equipo, significaba que había pasado algo y me necesitaban.

-Pero bueno, chica, ¿a qué viene esa cara de asustada? –se rió fuertemente y se secó unas pequeñas lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. –El Hokage solicita una audiencia con el equipo diez, aka nosotras – sus ojos brillaron levemente y la sonrisa se le expandió.- He pensado que sería buena idea que vinieses, asique cámbiate, te espero aquí.

Me dio un leve empujón hacia dentro y no me quedó más remedio que hacerle caso. Una vez a solas en mi cuarto, todo me daba vueltas. A veces me veía segura para volver y quería hacerlo, pero no pensaba que sería tan pronto y tan obligado. Se me había hecho hasta un nudo en el estómago de pensar en la situación. ¿Qué demonios querría el Hokage de nosotras?

Salí enseguida de la habitación, ya que solo me tenía que cambiar la parte de arriba del traje. Le dejé a Yuki comida y nos fuimos de casa. La oficina estaba muy próxima, por lo que tardamos menos de cinco minutos en ir a paso rápido.

-¿Estás nerviosa, Kushina?

Kimi apoyó una mano en mi hombro. Estábamos justo en la puerta de la oficina. Mis manos temblaban ligeramente. Sí, estaba nerviosa y no sabía qué hacer para no estarlo.

-Tranquila, todo irá bien.

Abrió la puerta de madera roja con una mano y pasó delante de mí. Dentro se encontraba ya el resto de mi equipo, tras la mesa el Hokage y en la parte izquierda de la sala, el equipo de Jiraiya. Nos unimos al nuestro y esperamos instrucciones. El tercero suspiró y nos explicó que quería cambiar un poco los entrenamientos para mejorar además, la cooperación entre grupos, por lo que nos dividió en parejas. Una parte de mí agradeció que me tocase con Minato, pero otra parte se sentía extraña. Había hecho tanto por mí que a veces deseaba que todo tuviese un significado profundo y que sus sentimientos fuesen los mismos que los míos, pero una corazonada me decía que no.

Niña tonta, ¿quién se va a enamorar de un monstruo?

La misión que nos habían encomendado era entregar un mensaje a los consejeros del tercero, que se encontraban en un hotel con aguas termales a medio día de la villa. Partimos enseguida, casi sin dirigirnos la palabra. La atmósfera entre nosotros era extraña, a veces tensa, a veces casi mágica. Iba tan inmersa en mis pensamientos y en el nerviosismo de volver a salir, que tropecé tontamente con una piedra, resbalando ladera abajo.

Mi pelo era un amasijo rojo que me impedía ver, aunque eso paró el impacto de algo contra mi frente. Una mano se apoyó en mi hombro y otra en mi espalda. Las rodillas de Minato chocaban contra las mías, por lo que supuse que con lo que había colisionado, era su cabeza.

-¿Estás bien?

Solo asentí. Me daba vergüenza mirarlo a la cara. Notaba el rubor por mis mejillas. Su mano fría se apoyó en mi mentón, soltando mi espalda, haciendo que le mirase. Se le veía preocupado y me volvió a repetir la pregunta. Estábamos a escasos centímetros y si mi cara no estaba del color de mi pelo, poco le faltaba. Intenté ponerme de pie, alejarme, pero la colina estaba tan inclinada que volví a resbalar, quedando aún más cerca.

El corazón me latía a mil por hora, escuchaba el fuerte retumbar de este en mis oídos. La situación era angustiosa, no sabía qué hacer, él parecía estar esperando algo mientras me miraba fijamente a los ojos. Sus pupilas estaban algo dilatadas y de su boca entreabierta, se podían ver sus dientes blancos. Un atisbo de ligera decepción pasó por su rostro y antes de que se apartase, tomé la iniciativa.

Le agarré de las solapas de su chaqueta y le atraje hacia mí. La sorpresa cambió su rostro y perdió el equilibrio, recostándose sobre mí. Sus labios eran suaves y húmedos, y su beso, lento y cariñoso. Había esperado mucho tiempo por esto. Subió sus manos rápidamente. Por un segundo, pensé que me apartaría y se iría corriendo, pero en vez de eso las puso en mi cuello, impidiendo que yo me apartase.

Tras ese ansiado beso, nos apartamos lentamente, respirando agitados. Me sonrió como siempre, con esa bondad a rebosar y antes de ponernos de pie, me besó la frente.

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora