Despedidas

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La calidez de su cuerpo junto al mío me reconforta tras una buena sesión de pesadillas nocturnas. Le abrazo fuertemente, fundiéndome en él, cuando de repente se gira para mirarme dulcemente con sus ojos cargados de sueños.

-Estás muy guapa, Kushina.

Me sonrojo y una sonrisa rápida se me escapa. Le doy un fugaz beso en la mejilla y ambos nos volvemos a quedar dormidos.

Son las diez de la mañana y ambos seguimos así, en esa dulce tranquilidad. Mañana Minato y su grupo tendrán una misión de investigación, y hoy les invité a casa a comer. A pesar de que van con Minato, mandar a unos niños a las profundidades de la guerra me asusta, son solo unos críos. Siento movimiento rápido a mi lado, Minato comienza a vestirse para preparar algo desayunar. Es una alegría tenerle en casa, si yo tuviese que cocinar absolutamente todas las comidas, hace tiempo que nos habríamos quedado sin hogar.

Los minutos pasan rápidamente mientras un dulce aroma sube por las escaleras, haciéndome pegar un salto en la cama y bajar casi guiada por mi olfato hasta la cocina, con las babas por la barbilla.

-¡Eso huele fenomenal, ya sabes!

Comemos los dos juntos, hablando de trivialidades, de pormenores en nuestras misiones, para no pensar en lo que poco a poco se nos viene encima.

-Entonces... ¿vendrán los tres hoy? Kakashi y Obito no parecen llevarse muy bien-aventuré.

-Bueno, de vez en cuando tienen sus riñas, pero menos mal que está Rin en el equipo, ella es la que los une.

Era verdad, aquella niña de aspecto risueño era siempre capaz de sosegarlos a ambos, haciendo que su equipo se viese como lo que era, un equipo. Mientras yo fregaba los platos que habíamos estado usando, Minato cocinó algo de comer. Hoy seríamos cinco en casa y queríamos pasarlo bien, la misión de mañana era muy importante.

La mañana pasó volando y cuando llegó el primer invitado, aún no habíamos terminado.

-¡Kakashi! Ya estás aquí, que puntual.

Le sonreí amablemente, pero él no me devolvió la sonrisa. Tampoco le culpo, sé de sobra que lo ha pasado mal y no está en sus mejores momentos, pero me gustaría hacer algo para poder ayudarle, aunque sea con algo tan tonto como hacerle sonreír mínimamente. Le invité a pasar y se sentó a la mesa. Mantenía ese semblante entre aburrido y tranquilo que le caracterizaba.

-¡Kakashi! –Gritó Minato atravesando el umbral de la puerta con un bol en la mano- se me había olvidado que al menos una persona de ese equipo era puntual. Lo lamento, pero tendrás que esperar un poco, me falta nada para acabar.

-No pasa nada, sensei. ¿Os puedo ayudar en algo?

-Claro que sí, ya sabes. ¿Qué tal si me ayudas a poner la mesa?

Me inclinó la cabeza en señal de aprobación y nos pusimos manos a la obra. Al poco rato de empezar, llegó Rin, que nos saludó efusivamente a todos, y diez minutos más tarde, cuando ya estaba todo colocado y dispuesto, Obito.

-Lamento llegar tarde, estuve ayudando a una pobre anciana que casi que no podía con su alma a llevar la compra a su casa, que justo coincidía que está a la otra punta de la aldea.

-Siempre pones excusas tontas, ¿no podrías ser responsable al menos una vez en tu vida?

-¡Chicos! Ya basta.

Minato y yo nos miramos sin poder aguantar la risa, menudo trío. La tarde se nos pasó volando entre anécdotas de Obito en las que los ancianitos siempre eran ayudados, de las burlas por parte de Kakashi, de la alegría de Rin por su nuevo hermanito. Dieron las siete y uno por uno, se fueron marchando a sus casas. Antes de que se fuesen, les desee mucha suerte en su próxima misión. Nunca venía mal un poco de ayuda y esperanza.

-Minato, ¿tú crees que estarán bien? Me refiero, ya sabes, sé que si están contigo no les pasará nada, pero estamos en una guerra, no siempre van a estar a tu lado, ¿qué pasará si...?

-Kushina. Relájate, ¿vale? Todo irá bien, yo estaré allí para cuidarlos.

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora