La gran noticia

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Como siempre, Minato llevaba razón. Haber metido a Kakashi en Anbu le había insuflado un poco de vida. Claro que no era el mismo chico de siempre, al menos parecía de nuevo humano. Pobre chiquillo.

Unas nauseas repentinas se agolparon en mi garganta. Llevaba ya tres días así. Mordí mis labios, preocupada. Ponerme enferma ahora, con todo el cuidado que necesitaba el hogar ahora que Minato pasaba mucho tiempo en su oficina no era buena idea.

Me levanté de la cama despacio. Estaba cansadísima, los hombros me pesaban y el estómago era un revoltijo. Me cambié para salir, iría a hacerle una visita a la médica, estar enferma y sola no eran dos cosas que me gustasen.

Caminé tranquilamente por las calles transitadas. El movimiento parecía haber aplacado un poco las angustiosas ganas de vomitar, pero aun así, aquella revisión no me haría ningún mal.

Esperé pacientemente mi turno. El silencio era sepulcral, roto por toses esporádicas y por el roce de los zapatos contra el suelo.

-Siguiente-dijo una voz fuerte a mi derecha.

Era mi turno. Me levanté decidida y entré en el pequeño cuarto. Las paredes de madera estaban escasamente decoradas, un par de estanterías, una mesa con varias sillas a su alrededor, una camilla y muchos papeles eran casi todo el mobiliario.

-Oh, pero si eres tú, Kushina, ¿qué te trae por aquí?

Le estreché la mano, explicándole la situación.

-¿Es posible que haya sido por la cena que preparé el otro día? La verdad es que tenía un regusto raro. Minato suele ser el que cocina siempre, se le da mejor.-concluí.

La anciana se río y yo no pude evitar sonrojarme. Siempre que había acabado en sus manos había sido por tonterías similares.

-Te haré un análisis y no te asustes, pero –al decir eso el corazón se me encogió de puro miedo- es posible que estés embarazada

-¿Qué?-medio grité-Eso es imposible, ya sabes.

-¿Cuánto de imposible?-dijo dándose la vuelta mientras rebuscaba una aguja. NO pude evitar sonrojarme.- ¿Has tenido el periodo este mes?

-No me tocaba aún, ya sabes.

-Ni lo vas a tener hasta dentro de mucho, el embarazo en los jinchurikis es diferente al del resto de mujeres, tardarás al menos diez meses.

El pinchazo de aquel día fue lo de menos. La noticia me había quedado anonada. ¿Qué le iba a decir a Minato?

-Espérate a las pruebas-me recomendó, como si me leyese la mente.- Pásate por aquí dentro de tres días.

Aquellos tres días fueron los más agobiantes de mi vida. Las nauseas solo habían ido a peor, el pensar que podía ser por una comida en mal estado iba perdiendo solidez. Me maldije a mi misma, ¿realmente estaba preparada? Ya no me quedaba otra. Tardé la mitad de tiempo en llegar a la consulta que la última vez.

-¿Estás lista para ver los resultados?

Negué con la cabeza levemente. Claro que no lo estaba.

-Enhorabuena, supongo, estás embarazada.

Aquellos tres días de margen deberían haberme servido para hacerme a la idea, pero no lo había conseguido. Me quedé sin decir nada, no sabía cómo responder. Minato se alegraría, creo. Esbocé un intento de sonrisa.

-Nos iremos viendo, Kushina. Ahora lárgate a contárselo a tu marido.

Minato había intuido que algo iba mal y hoy se había presentado de improviso mucho más temprano de lo habitual. Se encontraba haciendo la comida, cosa que agradecí enormemente.

-Estás aquí, cielo, ¿qué tal el día?- dijo mientras secaba una cacerola.

-Bien-musité nerviosa.

Me abrazó por la espalda, besando mi cuello.

-Sabes que si te pasa cualquier cosa puedes contármelo, ¿verdad?

Me giré, aún en sus brazos. Tomé aire. Debía decírselo ahora, si no, el nerviosismo me acabaría matando.

-Estoy embarazada, ya sabes.

Mi cara se tiñó de rojo, sin embargo, la suya, perpleja durante unos diez segundos se inundó de pronto en una sonrisa de extrema felicidad. El sol que desde siempre ha estado alumbrado a mi vida.

-Eso es genial-dijo besando mi frente.

-Sí, lo es.-coincidí ahora.

Si estábamos juntos, nada podía salir mal. 

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora