El día de después.

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Las manchas de humedad del techo se perdían hasta donde alcanzaba mi vista. Aunque no fuese la mejor casa, me gustaba, me sentía muy cómoda aquí. Mi vida volvía poco a poco a ser parecida a la de antes y eso me ponía feliz. Nunca volvería a ser igual, y eso me partía el alma, pero estaba haciendo grandes avances.

Yuki se acurrucó a mi lado dispuesto a dormir. Habían pasado dos días desde la última misión, desde la última vez que vi a Minato. Cada vez que recordaba esa escena me ruborizaba. Aún no había hablado con él, ni tampoco nos habíamos visto. A pesar de que, bueno, nos habíamos besado, era posible que solo fuese por la excitación de la misión. Aunque también me había dado a entender en otra ocasión que si sentía algo por mí. Mi cabeza era puro caos.

Decidí levantarme para buscarlo, necesitaba saber. Aunque me dijese que todo había sido un error, una fatal catástrofe, prefería eso a no saber nada.

Me puse lo primero que vi en el armario. Al no tener ninguna misión ni entrenamiento hoy, no hacía falta que usase el traje de siempre. Me recogí el pelo en una coleta alta, para que no se me enredase frente a mis ojos como me pasaba siempre y salí a la calle, a buscarlo.

Era el primer lunes de primavera y la gente lo estaba aprovechando. La suave brisa revoloteaba entre los transeúntes y los rayos del sol iluminaban todo. Dentro de poco sería uno de los mercadillos de la villa, aprovechando el buen clima que había. Los habitantes paseaban despreocupados, de aquí para allá, pero no había rastro de Minato. ¿Es posible que estuviese en los campos de entrenamiento?

Fui hasta allí, pero como pensaba, no había absolutamente nadie. Decidí, algo apenada, dar una vuelta a toda la villa. Realmente no tenía nada que hacer en casa, pero tampoco quería desperdiciarla buscando a alguien que a lo mejor ni se encontraba aquí. Pasé desde la oficina del Hokage hasta la escuela ninja, por todos los puestos y tiendas, hasta la entrada de la villa. Había perdido toda la mañana, al final. Compré algo para picar y fui a casa.

Crucé la esquina, cuando choqué sin previo aviso con alguien. Mis cosas cayeron por el suelo, al igual que yo. Gracias a que llevaba el pelo recogido pude ver a la primera quién había sido. Minato. Su cara se puso blanca y me ayudó a recoger todo. Parecía nervioso y preocupado.

-Lo siento mucho, Kushina, no pretendía tirarte todo eso. Estaba esperándote desde hacía un rato, pero al ver que no aparecías, decidí irme, y justo apareciste desde esa esquina, cuando yo no iba mirando por dónde iba...

-Tranquilo, Minato, ya sabes, no pasa nada.

Ambos estábamos muy nerviosos. Nunca le había visto así. Se trababa con algunas palabras y su cara estaba casi del color de mi pelo. Le invité a pasar a casa, fuera comenzaba a hacer calor y además, tenía que guardar las cosas que había comprado.

El pequeño Yuki se alegró mucho de verlo. Corrió hasta sus piernas y se tiró para que le rascase. Minato, obediente y algo sonriente ya, se agachó con él para darle todos esos cariños. La verdad es que estaba muy mono así.

-Y bueno, ¿qué querías?

El nerviosismo volvió a su rostro y se le cayó de las manos el papel que tanto le había costado sacar del bolsillo. Una risa salió de mi garganta, sola. Definitivamente, estaba muy mono así. Me lo pasó. Estaba pulcramente doblado, pero al abrirlo, me di cuenta de que no había absolutamente nada escrito. La confusión cruzó mi rostro. Si era una broma, no la estaba pillando.

-Es un papel especial. En el solo puedes escribir un "sí" a la pregunta de si quieres salir conmigo.

Solté una risa, demasiado escandalosa para lo que suelo reírme yo. Su cara, mientras había dicho todo eso, había estado seria. Fui a por un boli.

-Me has mentido, Minato. Me has dicho que solo se podía poner "sí", pero yo he puesto: "sí, sí quiero, ya sabes".

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora