Intenciones

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 Golpee mi cabeza fuertemente contra algo, mientras sentía como unas cálidas manos se poyan en mi espalda y en mis piernas. Los párpados me pesaban me sentía terriblemente cansada. Elevé mi rostro lentamente hasta dar con sus ojos claros, que reflejaban una mirada de preocupación.

-Minato...Naruto...¿está bien?

Tenía el corazón en un puño, mi respiración era entrecortada y creo que si me soltase, no podría sostenerme por mí misma.

-Sí, no te preocupes, lo he escondido en un lugar seguro.

Su voz calmada me hizo sentir un poquito mejor. Sonrió todo lo que pudo, intentando reconfortarme, pero no podía quitarme de la cabeza todo lo malo que podía suceder y cómo no podría hacer nada.

-Minato, tienes que pararle. Detén al Kyubi –mordí mi labio inferior, realmente emitir cualquier sonido me estaba costando un tremendo esfuerzo.-Van hacia la aldea.

Cerré los ojos, agotada por el esfuerzo. En tan solo un segundo ya no sentía el frío de la noche quemándome la piel. Abrí los ojos despacio, mientras Minato me trasladaba a un sitio que mis ojos no alcanzaban a ver.

-¿Por...por qué?-susurré.

-No importa el motivo. Quédate con Naruto.-dijo simplemente.

La comodidad de la cama me pareció en ese momento surrealista, y ver a mi pequeño, tan vivo y completamente ajeno a todo mientras dormía a pierna suelta me hizo esbozar una pequeña sonrisa que pronto pasó a ser una mueca debido a que las lágrimas se acumulaban en mis ojos. ¿Por qué estaba pasando todo aquello? Me recoloqué junto al bebé, mientras pegaba mi frente contra la suya, incapaz de contener las lágrimas.

-Gracias Minato, buena suerte.-dije abrazando fuertemente a Naruto.

-Estaré de vuelta antes de que te des cuenta.

Cerré mis ojos, intentando reponer fuerzas. El cuerpo del bebé era cálido, asique me arrullé junto a él, mientras pasaba lentamente mi pulgar por sus mejillas. Intentaba no pensar en Minato, en todos los posibles escenarios en los que todo salía mal. Reprimí un gemido, que hizo que Naruto se revolviese en su sitio. Me sequé las lágrimas con la sábana blanca. Tenía que ser positiva, hablábamos de Minato, el Cuarto. Con ayuda de todos, podría hacerle frente a aquel tipo.

Abrí mis ojos rápidamente. ¡Lo había olvidado completamente! Tenía que haberle dicho lo que vi...Aunque siendo él, quizá ya se hubiese dado cuenta. Volví a cerrar mis ojos. La fuerte opresión que sentía en mi estómago no se iba y la sensación irracional del miedo se había quedado pegada a mi piel.

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora