Gran día

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El dolor que recorría mi cuerpo era casi soportable. Sentados alrededor de la mesa de madera, ultimábamos detalles.

-Estaré allí para el nacimiento, tenemos que vigilar el sello y todo eso. Lo tendré todo preparado de antemano- Minato rodeó cálidamente mi cuerpo con su brazo, mientras me recostaba ligeramente en él.

-Eso es precisamente lo que hicimos para tu predecesora, Mito. El sello casi se abrió cuando estaba dando a luz.

Un escalofrío recorrió mi espalda. El parto parecía complicadísimo.

-Me temo que debemos estar preparados para lo peor- continuó el anciano-prepararemos un lugar fuera de la aldea y erigiremos una barrera para protegerlo. Solo Minato, mi esposa y un ANBU estarán ahí dentro, es alto secreto.

Fijó su mirada en mí, insistente. Esbocé una sonrisa nerviosa, asintiendo.

-Por supuesto, habrá refuerzos en el exterior. Os diré dónde está el lugar, asique preparad vuestras cosas.-Dijo mientras se levantaba.

Con todo lo necesario, partimos hacia el lugar designado. Los dolores eran cada vez más fuertes, a veces casi no podía resistir y quedos gritos se ahogaban entre mis dientes. Con todo preparado, me coloqué en la camilla mientras Minato realizaba el sello que impediría que el Kyubi se liberase. Al principio el dolor era soportable, menos de lo que imaginaba que sería, hasta que empezaron las contracciones. Un chillido de dolor se escapó por mi garganta, mientras me agarraba fuertemente a las sábanas. La cara de Minato se puso pálida.

-¿Estás segura de que...?

-Concéntrate en el sello, Minato- le reprendieron.- No le pasa nada.

-Pero ella...-comenzó de nuevo.

-¡Por dios, eres el cuarto Hokage, no entres en pánico! ¡Por eso son las mujeres las que tienen bebés, los hombres no sabéis aguantar el dolor!

Intenté dirigirle una mirada consoladora, una simple sonrisa, para que viese que estuviese bien, pero en su lugar solo pude dirigirle una mueca.

-Ya asoma la cabeza, ¡ya casi está!- anunciaron tras lo que me parecieron las horas más duras de mi vida.

-Naruto, sal ya de ahí. Y Kyubi, quédate donde estás.- oía murmurar a Minato.

Unos gritos que no eran los míos irrumpieron mi dolor.

-Felicidades, es un niño muy sano- colocaron un pequeño bebé sonrojado y bastante llorón, recubierto de mantas, justo a mi lado.

-Mírame, soy padre.-Las lágrimas escapaban por los ojos de Minato.

-Naruto...por fin te conozco- dije tocando con mi nariz su pequeña naricilla, antes de que las enfermeras se lo llevasen.

Minato se secó las lágrimas con el dorso de la mano, mientras volvía a la concentración.

-Kushina, sé que estás exhausta del parto, pero tenemos que mantener al Kyubi completamente sellado.

Con energías renovadas y una sonrisa, di mi visto bueno.

Unos chillidos y unos golpes secos rompieron nuestra concentración.

-¡Biwako! ¡Taji!

Desde mi posición no veía nada. La ansiedad empezó a carcomerme por dentro. ¿Qué estaba pasando?

-Cuarto...Minato. –Una voz profunda se hizo eco detrás de mí.-Apártate de la jinchuuriki o tu hijo morirá un minuto después de haber nacido.

KushinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora