Capítulo 3

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Cuando entro en la habitación me encuentro a la misma chica que anteriormente me miraba con superioridad junto con sus amigas. Pero eso, técnicamente es imposible, ya que hace cinco segundos estaba en el pasillo.

Confundida salgo a este y compruebo que la chica morena sigue allí fuera con las otras chicas.

Si no son la misma chica ¿por qué se parecen tanto?

Escucho un risa detrás de mí, lo que me hace erguirme y girarme a enfrentar a la persona causante de mi irritación. 

La morena se ríe aun más ante mi cara de confusión y eso hace que mi irritación aumente, haciendo que apriete tanto los dientes que siento que se me van a romper.

-Hola, soy Melany, y no, no soy la misma chica que la de ahí fuera. Soy su prima y por desgracia somos como dos gotas de agua.-me responde Melany, o eso creo, ya que todo esto me lo dice en inglés con un acento muy raro.

Asiento no muy convencida de su amabilidad e intento centrar mi atención en Carmen.

-Bueno chicas, os dejo que os vayáis conociendo, a partir de ahora seréis compañeras de habitación. Por favor Melany, enséñale a Laia el internado.-le ordena Carmen para luego girarse hacia mí.- Laia, si tienes alguna duda de algo no dude de preguntárselo a Melany o a mí.

Después se despide con una sonrisa de nosotras y cierra la puerta.

Dejo escapar todo el aire que tengo retenido en mis pulmones y retiro mis ojos de la puerta que ahora se encuentra cerrada.

Me recuerdo que debo ser simpática o por lo menos tener buenos modales, ya que es lo único bueno que mis padres me han inculcado. Me giro y observo unos segundos a la morena. 

-Hola, me llamo Laia, encantada.- la respondo a la presentación de antes y le extiendo la mano.

Ella me la rechaza y por un momento pienso que su aspecto físico de superior es igual a su personalidad. 

Pero me sorprende cuando de una zancada llega a mí  y me da dos besos, empezando por la izquierda por lo que casi nos besamos sin querer.

Lo cual me extraña, yo pensaba que los ingleses o americanos no daban dos besos. 

-¿No se supone que vosotros dais la mano?-la pregunto con extrañeza mientras dejo el abrigo encima de las maletas.

-Mmm, no, los italianos damos dos besos, esos son los ingleses.- me responde mientras se acerca contoneándose a una cama. Al sentarse entiendo que es la suya.

-Claro, ya entiendo tu acento raro en inglés.

Declaro haciendo una mueca rara.

Ella se ríe y pone los ojos en blanco.

-Y tú ¿de dónde eres?-me pregunta con cara inquisidora.

-De España. ¿Cuál es mi cama?-la pregunto mientras echo una ojeada a la habitación.

La verdad es que no me esperaba que una habitación de internado fuera así.
Me esperaba que fuera pequeña con dos literas mugrosas, oscura y con un armario para cuatro. No sé, como salían en las películas de miedo.

Pero para nada me imaginaba que fuera espaciosa y que todos los muebles fueran blancos. La habitación consta de cuatro camas con edredones de color gris y cojines a juego, son camas intermedias entre la de matrimonio y la individual a lo que a tamaño se refiere. Cada cama está en una pared, a la izquierda de la cama hay una mesilla de madera pintada en blanco y una lámpara de noche y a la derecha de la cama hay un armario de madera también pintado de blanco.

El caos en la tempestad: EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora