Capítulo 8

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Abro los ojos como si fuera un búho y miro la hora del reloj de la mesilla. Gruño al ver que son sólo las siete de la mañana de un sábado, me giro y vuelvo a cerrar los ojos.

Pero no sirve de nada, le doy la vuelta a la almohada para ponerme por la parte que está más fría pero tampoco. Tiro el cojín que tengo entre mis brazos y me estiro todo lo que puedo como si le estuviera dando un abrazo al colchón. Intento poner la mente en blanco, a ver si hay resultado y puedo volver a dormirme. 

Vuelvo a gruñir y desisto. Me levanto de la cama sin hacer ruido. De puntillas consigo ir a mi armario sin tropezarme ni tirar nada. Al llegar a él retrocedo para agarrar el móvil del escritorio y con ayuda de la linterna vuelvo al armario para coger algo de ropa.

Alcanzo un pantalón corto de deporte, un top a juego, y me pongo a buscar mi sudadera de mi club de gimnasia rítmica. Cuando no la veo por ningún lado casi entro en paro cardiaco y a hiperventilar. No me jodas que la he perdido.

-No,no,no, joder, no, mierda.-susurro mientras que saco sudaderas y las tiro a mi cama.

A todo esto mis compañeras siguen durmiendo plácidamente.

-Laia relájate y piensa donde la has podido meter.-me susurro a mí misma.

Me doy con la mano en la cabeza cuando recuerdo donde la dejé. Cojo mi silla y la acerco al armario lo más silenciosamente que puedo. Me subo en ella y meto la mano en la ropa de arriba y veo que ahí está mi sudadera, al final del todo. Estiro un poco el brazo mientras me pongo de puntillas en la silla y la cojo, si, pero justo cuando la tengo entre mis dedos también me caigo. La silla era de ruedas.

-Joder, que daño.-digo ya normal.

Y aún así mis amigas ni se enteran. Son unas marmotas.

Niego con la cabeza y me levanto, me visto corriendo y cojo el móvil y los cascos. Antes de cerrar la puerta detrás de mí, echo un último vistazo a mi cama y me digo que cuando vuelva, lo recogeré todo.

Bajo las escaleras de dos en dos y me voy directamente a la cocina. Podemos coger lo que queramos de comer o beber, siempre y cuando no abusemos.

Cojo un vaso y me echo agua. Todas las mañanas lo primero que hago es beberme un vaso de agua, leí por algún sitio que era bueno.

Después de hacer algo de ejercicio vendré y desayunaré.

Hoy me he levantado contenta a pesar de lo pronto que he amanecido. Pero claro, no sé de que me sorprendo si el viernes después de las clases me fui a dormir si ni siquiera comer. En mi defensa tengo que decir que estuve toda la noche del jueves sin dormir, por estar estudiando el examen. Qué por cierto, me salió de diez. Me metí a las tres a dormir y hasta hoy. Tuvieron que decir que me encontraba mal por culpa del examen para que no me regañaran. Son bastante estrictos. 

Necesitaba descansar, estaba muerta física y psíquicamente.

Además, hoy vamos a salir, todos los chicos y todas las chicas.

Tenemos que celebrar que nos había salido bien la pequeña bromita.

Menos mal que no hicimos mal ningún cálculo, si no, hubiéramos corrido el peligro de incendiar todo el internado. Que pena que no podamos enseñárselo a nuestros profesores, seguro que nos pondrían un diez. Me río yo sola de mis ocurrencias mientras que corro un poco. La verdad es que no odio el deporte, pero me cuesta ponerme.

Miro por última vez al internado antes de perderme entre los árboles del recinto escolar. Y justamente veo, en una ventana de la tercera planta, a Áyax sin camiseta. Después me percato de los brazos de una chica en su cintura.

El caos en la tempestad: EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora