Capítulo 17

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Tengo un examen de biología muy importante para mañana y mis amigas, para colmo, me han echado de la habitación. Han alegado que ellas también tienen examen de dibujo técnico y necesitan descansar. Y Katie ya se sabe todo, así que por mayoría absoluta, me he quedado fuera.

Mientras bajo sigilosamente las escaleras abrazando mi libro de texto recreo la situación tan estúpidamente de antes.

Estoy estudiando con todas las luces apagadas y me ayudo de una mini linterna que voy pasando por las oraciones que me tengo que aprender y por los dibujos. Alumbra una mierda y a este paso cuando termine el curso habré acabado ciega, pero así es la dura vida del estudiante.

-Auch.-digo al notar un cojín golpeando mi cabeza.-¿A ti qué te pasa? Estoy intentando estudiar-me giro en la dirección que ha venido el cojín.

-Y yo estoy intentando dormir. Así que mueve tu trasero y vete a la cama. Ya te lo tienes que saber de maravilla llevas toda la semana estudiando ese examen.-me replica Melany.

-Pero el examen es mañana, y me tengo que repasar los temas y el vocabulario en ingles.-la respondo como si fuera demasiado obvio.

-Pero si ya te lo has repasado dos veces Laia. Duerme, eso te va a venir mejor.-se suma Lara a Melany.

-Y luego era yo la empollona.-se ríe Katie mientras se da la vuelta en la cama.-Vete a la cocina allí podrás estudiar sin molestar a nadie. Y por las noches no suele bajar nadie.

Me levanto refunfuñando mientras cojo el libro y la linterna. Me calzo las zapatillas de estar por casa y me pongo la bata. En las habitaciones se está calentito pero en la planta baja como se supone que no hay nadie quitan la calefacción. He hecho bien en ponerme hoy un pijama gordito y calentito.

Agito la cabeza quitándome eso de la cabeza ya que solo hace que me ponga de mala leche. Es que no hacía nada de ruido y encima no había apenas luz para poder ver yo las cosas del libro como para poder despertarlas a ellas.

Me detengo al pie de la escalera y miro a ambos lados del pasillo. Todo está muy oscuro, la luz de la luna entra por los grandes ventanales de la entrada justo enfrente de mí, es la única luz que hay. Desde la conversión del otro día con Alessandro tengo un poco de miedo de este internado, pienso que alguien me sigue. Aunque tengo claro que son solo paranoias mías.

Respiro hondo y me giro hacía la derecha, dirección a la cocina con paso ligero.

-Laia cálmate que los fantasmas no existen.-respiro intentando que mi pulso se calme.-¿A quién quiero mentir? Sí que existen. O eso dicen en Cuarto milenio. Y yo eso me lo creo.

Intento convencerme, pero hablar conmigo misma no es suficiente.

En cuanto paso el umbral de la cocina cierro la puerta rápida y sigilosamente. Me apoyo en ella y suelto todo el aire que tenía contenido en los pulmones sin darme cuenta.

Miro a mi alrededor hasta que diviso la mesa. Me acerco despacio, cuando estoy con una mano retiro una silla mientras que con la otra deposito el libro y la linterna en la mesa. Una vez dejado todo en la mesa me dispongo a sentarme, aunque antes de que mi trasero llegue a tocar la silla me vuelvo a incorporar.  Con pasos pesados voy a la alacena, cuando me encuentro delante de esta me pongo de puntillas, estiro mi brazo alargando todo lo que puedo mi mano y por ende mis largos dedos, pero nada no alcanzo los vasos. Me giro sobre mis talones, reviso la habitación en busca de algo que me ayude a alcanzar el vaso.

Al cabo de unos segundos, caigo en la cuenta.

-¡Seré tonta!-golpeo mi frente cerrando los ojos.-¿Cómo no se me ha podido ocurrir antes?-niego con la cabeza.

El caos en la tempestad: EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora