Capítulo 29

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Áyax POV

-Creo que no responderte al mensaje ya es una respuesta por mi parte ¿no crees?

Me despiertan los susurros, más bien, los intentos de susurros de Laia que provienen del baño. No entiendo nada, y maldigo por no haber prestado más atención a las clases de español cuando iba al instituto. Lo que si sé es que la persona que está al otro lado del teléfono debe de ser alguien que no le cae muy bien porque parece enfadada.

-Después de tantos años me escribes ahora y encima ni más ni menos que regañándome. Aunque bueno viniendo de ti era de esperar.

Su madre me viene a la cabeza. Antes de ayer, el primer día que estuvimos aquí cuando jugamos al juego de las preguntas y la pregunté quién era la persona a la que más odiaba no me esperaba su respuesta. No conozco a nadie que odie a su madre. Es verdad que sabía que se llevaban mal, bastante mal, por las cosas que dijo la noche del tequila, pero no a tal punto de odiarla.

Escucho un grifo abrirse y luego cerrarse a los cinco segundos. Cierro los ojos haciéndome el dormido e intento agudizar el oido para ver si aun está hablando con su madre. Es imposible que se haya percatado que estaba despierto. Escucho pequeños pasos alejarse hasta que se hacen inaudibles, por lo que deduzco que ha bajado a la planta baja.

Dejo escapar el aire y me tumbo bocabajo en la cama. Mi mente viaja a las respuestas del otro día. Sé que quería sacar información y que no le sentaron bien mis respuestas escuetas. Pero es que no hay vuelta de hoja. No había nada más que decir. Pensé en utilizar el comodín y así evitar la contestación. Pero creo que era un secreto a gritos, bueno para ella y para mí. Ahora mismo ella es mi secreto, el más grande y posiblemente el más valioso. 

En cambio, ella no dudó en explicarse y explayarse en sus contestaciones. Pero porque así es su forma de ser, le encanta hablar y me encanta escucharla. Gruño al colchón al ver por dónde van mis pensamientos e intento desviarlos a alguno que no me haga sentir cómo que estoy haciendo algo ilegal. 

Estiro los brazos ocupando toda la cama como si la estuviera abrazando mientras se me escapa un bostezo. No quiero levantarme de la cama, ni si quiera se qué hora es pero aun no me ha sonado la alarma del móvil, señal de que aun es demasiado pronto.

Sea quien sea quien haya llamado a Laia no está en su sano juicio, llamar a alguien antes de las seis de la mañana debería ser pecado.

Las veces que Laia ha hablado de su madre, como antes he dicho, no han sido para bien y después de escuchar la historia de porque ella está en el internado puedo entender el por qué. Ella al parecer fue una niña muy rebelde y no querría hacer lo que su madre la dijera, o al menos esa es la explicación que le puedo encontrar. ¿Pero tanto como para odiar a tu propia madre?

-Buenos días.-los labios de Laia se posan en mi hombro.

Me giro aun con los ojos cerrados y alargo los brazos hasta que me topo con un pequeño cuerpecito al que tiro hacia mí.

-¿Qué haces tan pronto despierta?-inspiro el aroma de su cuello para luego depositar un beso en su cuello.

-Quería prepararte el desayuno.

Abro los ojos y giro la cabeza en la misma dirección que la suya. En el banco de madera, que se halla en los pies de la cama, reposa una bandeja.  

-Pero si mi desayuno ya estaba a mi lado en la cama.-en un rápido movimiento la pongo contra el colchón debajo de mí.

Alargo el brazo por encima de nuestras cabezas hacia el mural, que hace de cabecero y de mesilla, donde está mi cinturón, el cual sabía que me haría falta, y hoy es el momento de usarlo. Con el cinturón hago unas "esposas" caseras y amarro sus manos con ellas.

El caos en la tempestad: EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora