CAPITULO 36

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El cielo estaba azul de un horizonte a otro. Las ventanas del auto estaban abajo, mientras un viento caliente revolvía el cabello de los chicos, quienes disfrutaban de un esplendido día de verano.
Tras todo lo que habia pasado el día anterior, habían decidido pasar un tranquilizante y caluroso día en la playa de Tampa. Después de todo, se merecían un buen descanso.

El pesado olor del agua salada llenaba el aire y Christopher salió de la autopista y manejó hacia los estacionamientos, estando alerta para aparcar, ya que todo estaba lleno.
Las dos líneas a los lados de la calle estaban llenas de autos moviéndose tan lento, que rodaban bien bajo el límite de velocidad.
-Este lugar está lleno. Se quejó Christopher. ¿Donde se supone que voy a estacionar?
Se dirigió hacia un callejón y bajó la velocidad hasta parar atrás de una librería.
-Esto luce bien. Añadió mirando a su alrededor. Muchos aparcan aquí atrás.
(Zabdiel negó con la cabeza)
-El letrero dice que el estacionamiento es solo para empleados.
-¿Y cómo se supone que ellos van a saber que no somos empleados? El auto se mezcla perfectamente. Todos estos autos gritan clase baja.
-El letrero dice que los infractores serán remolcados.
-Eso lo dicen para asustar a la gente, Zabdiel. Es una amenaza vacía, nada de que preocuparse.

Metiendo el auto en un espacio pequeño, Christopher aparcó el auto entre otros dos.
-Hecho.
Agarrando la sombrilla, una bolsa llena de agua embotellada, snacks y unas toallas dobladas, los chicos caminaron hacia la playa.
La arena estaba llena de coloridas sombrillas, las espumosas olas rodando bajo las delgaditas piernas del muelle y gente chapoteando en la orilla.
-Echaba de menos esto. Murmuró Richard mientras sentía el agua fría rozar sus pies. Adoro el mar.

...

Tres horas más tarde, los frentes de las piernas de Zabdiel estaban tostados de rojo y su cara estaba hinchada por el calor.
Richard había desaparecido desde hace una hora mientras Erick y Christopher estaban recogiendo la sombrilla de playa.
-Que calor. Se quejó Joel tapándose el rostro con una visera. Creo que me voy a desmayar.
Estaba demasiado mareado y acalorado, pero no tenía nada que ver con el clima. Un dolor de cabeza se expandía por su cráneo. El nombre de "Alonso" rondaba su mente como si estuviese burlándose de él por tener toda su atención. Su recuerdo le provocaba un fuerte dolor de cabeza cada vez que intentaba de ignorarlo. No podía pensar en ello ahora, frente a sus amigos y Erick, quien se rompería al momento si se lo contaba.
Tuvo que hacer malabares con el dolor un poco de tiempo más, tomando bocanadas de aire cada vez que su cuerpo amenazaba con desplomarse.

Estaban regresando al estacionamiento, cuando Christopher se detuvo en seco.
-¿Que es eso?
Estaban de pie en el estacionamiento, en la parte trasera de la librería, a pocos metros del auto. Todos miraban a un mismo lugar: a un trozo de metal unido a la rueda trasera izquierda.
-Creo que es un cepo. Dijó Zabdiel.
-Puedo ver eso. Bufó Christopher. ¿Que hace en mi coche?
(Richard, quien había aparecido como por arte de magia se encogió de hombros)
-Supongo que eso hacen a los infractores que serán remolcados, eso significa.
-¡No te hagas el listo conmigo! Medio gritó Christopher. ¿Que vamos a hacer ahora?
-Podriamos llamar a un taxi. Sugirió Erick.

Tan pronto como el menor dijó eso, Joel dió unos pasos atrás, cayéndose al suelo.
Sus manos abrazaron sus rodillas y se inclinó sintiendo las lágrimas picar detrás de sus ojos. La tierra dió un giró nauseabundo. El sudor curvaba senderos por ambos lados de su cara. Estaba sofocado, como si todo el oxígeno se hubiera evaporado de pronto desde el aire. Cuanto más trataba de obtener aire, sus pulmones se paralizaban más.
Richard le gritaba, pero le escuchaba muy lejos, un sonido débil.

De repente la tierra se detuvo. Le tomó varias respiraciones profundas para comenzar a controlar la respiración.
Christopher le ordenaba tumbarse, gritando algo acerca de la deshidratación por el calor.
-Estoy bien. Murmuró deshaciéndose del agarre del mayor. Estoy bien.
Para demostrárselo, se inclinó para recoger su bolsa que se había caído. Fué entonces cuando vió una sombra moverse velozmente y esconderse tras uno de los autos aparcados que habían cerca de la librería.
Solo la vió un segundo, lo suficiente como para darse cuenta de quien era.
-Cogamos un auto. Dijó de pronto Christopher
(Zabdiel abrió los ojos de par en par)
-¡Eso sería robar!
-No prácticamente. Vaciló Richard. Estamos varados, mejor llámalo préstamo.
-Esto se llama locura. Bufó Zabdiel.
(Se podía sentir su ira por la forma en la les estaba mirando)
-Oh, vamos Zabdiel. Sonrió Christopher. ¿Cuántas veces nos has visto hacer locuras? Ya deberías de estar acostumbrado.

Regreso [Cnco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora