CAPITULO 44

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Tras haber dejado a sus amigos bajo la trampilla, Zabdiel, Richard y Joel caminaron durante horas bajó el sol abrasador del desierto.
El pueblo, el cual parecía que cada vez estaba más lejos, era su única oportunidad de sacar de ahí a sus amigos. No podían rendirse, no ahora.

Cuando llegó la noche, los chicos decidieron descansar un rato. Así que, tumbandose sobre la calida arena del desierto, se arrimaron unos a otros y cerraron los ojos.
Los despertó la luz pálida y gris del amanecer, que dejó ver la espesa capa de nubes que cubría el cielo.
Las grandes ráfagas de viento que habían surgido lastimaban sus caras y parecía que una gruesa capa de arena se habia quedado pegada en sus rostros para siempre. Al pasarse el pelo por la cabeza, Joel sintió que tenía el pelo duro debido a la arena que volaba por el aire.
-¿De donde viene todo esto? Preguntó Zabdiel, haciéndose oír entre el rugido del viento. ¡Pensaba que estábamos en un desierto!
-Bueno, supongo que alguna vez tiene que llover en el desierto. Dijó Joel, mirando hacia la masa turbulenta de nubes grises.
-¡Muy bien, vámonos! Exclamó Richard. ¡La tormenta está a punto de estallar!

⭐⭐⭐

Erick lanzó un alarido y comenzó a pegarle a la mano llena de cicatrices y moretones. Con un tirón, el hombre golpeó el cuerpo de Erick contra la pared, haciendo que su rostro chocase bruscamente contra la puerta del armario, provocando que un gran chorro de sangre comenzase a salir de su nariz.
Con un grito, Christopher se lanzó al ataque. Se arrastró sobre Erick y clavo la linterna en la mano de aquel hombre. Este emitió un gemido demoníaco y soltó a Erick de la camisa. Su mano desapareció cuando atravesó la entrada, mientras aullidos de dolor continuaron resonando con fuerza.
-¡Salgamos rápido! Gritó Christopher.

En medio del sufrimiento, Erick supo que su amigo tenía razón y, de inmediato, comenzó a salir de su escondite.
Fuera no quedaba nadie, así que, aprovechando el momento corrieron hacia los túneles.

⭐⭐⭐

Al ir aproximádose al pueblo, a Zabdiel se le hizó difícil verlo, pues la arena del aire se habia convertido en una densa niebla color café.
El viento soplaba con fuerza, cubriéndolo de tierra y arena hasta lastimarlo. De vez en cuando, algún objeto de cierto tamaño pasaba volando a su alrededor y les daba un susto de muerte: una rama, algo que se parecía a un ratoncillo, un trozo de teja vieja, e innumerables pedazos de papel.
Después llegaron los relámpagos.

Habían recorrido la mitad del camino, cuando los rayos surgieron de la nada y la tierra que los rodeaba estalló en luces y truenos. Estos caían del cielo en líneas rectas e irregulares, como barras de luz blanca, que, al chocar contra el suelo, arrojaban cantidades enormes de tierra calcinada.
-¡Correr!
Mientras corrían, los chicos se caían y volvían a levantarse.
La oscuridad aumentó y la nube de polvo se volvió más densa y Zabdiel se dió cuenta de que ya no podía distinguir a sus amigos.
De pronto, un relámpago blanco zigzagueó en el cielo y aterrizó justo delante de Joel. Este gritó, y una explosión de energía o ráfaga de aire lo arrojó hacia un lado. Voló hacia atrás mientras daba un aullido y trató de apoyar los pies en el suelo. La explosión había sido justo donde se encontraba Richard. ¡Richard!
Joel aterrizó de un golpetazo, e, ignorando el dolor, se levantó del suelo y corrió hacia adelante. Entonces vió llamas.

A su mente le llevó un minuto procesar lo que tenía enfrente: Richard estaba ardiendo.
Con una sacudida que le envió aguijones de dolor a la cabeza, Joel se lanzó al suelo junto a su amigo y le lanzó tierra encima con ambas manos. En pocos segundos, el fuego se habia apagado y Richard acabó con la ropa chamuscada e infinitas heridas.
-¡Vamos! Gritó Zabdiel.
Después de hacer una mueca de dolor, Richard pasó uno de sus brazos por el cuello de Joel. Se movieron juntos hacia el pueblo lo más rápido posible.
Mientras corrían, Richard perdió el equilibrio y cayó de los brazos de Joel. Este se detuvo, lo ayudó a ponerse en pie, pasó otra vez el brazo alrededor de su hombro, lo sujeto por el pecho con ambas manos y volvió a cargarlo, llevándolo medio arrastras.

Regreso [Cnco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora