CAPITULO 47

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-¿Crees que despertará alguna vez? Ya han pasado tres días.
-Tienes que darle tiempo, ha pasado por mucho y necesita descansar.
-Si, ¿pero tres días? Eso es mucho incluso para ti, Zabdiel. No debería dormir tanto.
-Vamos a darle un poco de tiempo más, tal vez despierte mas tarde.

"Tres días" pensó Erick lentamente, todos sus pensamientos discurrían tan densa y lentamente como la miel o sangre. "Tengo que despertar"
Pero no podía; sentía los párpados como si se los hubiesen cosido.
Mientras dormía, había tenido unos sueños bastante extraños; uno de ellos era que se encontraba en una habitación color azul claro, tumbado en una cama con sábanas finas y unas cortinas que no dejaban entrar la luz. Junto a él se encontraba Annabelle, el demonio que le habia poseído hace un año atrás. Ella le sonreía con su dentadura podrida y le decía una y otra vez que que habia vuelto, que no se iba a ir sin él y que mataría a todos y cada uno de sus amigos. Y así continuamente, el mismo sueño todo el tiempo, durante tres días.

Cuando por fin abrió los ojos, vió un cielo azul sobre su cabeza.
"¿Estoy muerto?"
Cerró los ojos con fuerza y volvió a abrirlos. En esta ocasión advirtió que lo que contemplaba era un techo abovedado de madera, pintado con un color azul celeste.
Se sentó penosamente. Le dolían todas y cada una de las partes de su cuerpo, en especial la nuca. Miró alrededor, estaba acostado en una cama de sábanas de hilo. Su cama tenía una mesilla de noche al lado con una jarra blanca y una taza encima. Habia cortinas de encaje corridas sobre las ventanas, impidiendo el paso a la luz.
-Vaya, finalmente despertaste. Dijó una voz femenina.

Erick giró su cabeza, una mujer mayor se encontraba sentada en la cama de al lado. Era una señora mayor, de unos sesenta años aproximadamente y vestía un fino traje color rosa pálido.
-Perdone. Habló Erick, pero su voz sonó más como un susurro. ¿Donde estoy? ¿Quien es usted?
-Soy la abuelita de Joel, querido. Sonrió la anciana. Me llamo Manuela Pimentel, pero me puedes llamar Mari.
-Mis amigos... Murmuró Erick, mirando a su alrededor.
-Tus amigos están bien. Le tranquilizó la mujer. Están todos en el piso de abajo, en el salón. Ellos han estado muy preocupados por ti.
(Erick asintió con la cabeza)
-Deberia ir a verlos...
-Si. Le dijó la anciana, levantándose de la cama. Pero antes creo que deberías darte una ducha, te va a sentar bien.

...

Tras irse la anciana del dormitorio, Erick se aseó en el pequeño cuarto de baño que se encontraba dentro del dormitorio, usando una pastilla de duro jabón de lavanda. Después, se secó con una toalla blanca de mano que le dejó algunos cabellos húmedos alrededor del rostro. Entrecerró los ojos frente al espejo; tenía un moretón en la parte superior de la mejilla izquierda y los labios estaban resecos e hinchados.
Encontró sus deportivas colocadas a los pies de la cama, con los cordones desatados. Se calzó, aspiró profundamente y marchó en busca de sus amigos.

El pasillo en el exterior del dormitorio estaba vacío. Erick le echó un vistazo, perplejo. Se parecía a la clase de pasillo por el que a veces se encontraba corriendo en sus pesadillas, oscuro e infinito. Lámparas de cristal en forma de rosas colgaban a intervalos en las paredes y el aire olía a polvo y a cera de vela.
A lo lejos escuchó un sonido; risas y charlas alegres se escuchaban tras una puerta entreabierta, por la cual salía un hilo de luz.
Entre todas las voces, Erick pudo distinguir la suave voz de Joel. Este charlaba tranquilamente con un señor mayor, el cual Erick pensó que era su abuelo.
-Bueno. Se dijó a sí mismo, calmandose. Vamos allá.
Con un lento movimiento, agarró el pomo de la puerta y tiró hacia atrás, abriendo la puerta del todo.
Inmediatamente todo el mundo que se encontraba en el salón se giró para mirarlo.
-¡Erick!
Levantándose del sofá, sus cuatro amigos corrieron a abrazarle, mientras que los demás sonreían amablemente, disfrutando del reencuentro.

Regreso [Cnco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora