Un grito de Pep Guardiola dio por finalizado el entrenamiento, me levanté del banquillo y agarré mi bolso. Vi como algunos de los jugadores se dirigían a los vestuarios, Robert desde el centro del campo y con el balón en los pies me hizo un gesto para que fuera hacia él. Caminamos hacia la puerta de entrada al complejo deportivo seguidos de Robben, Neuer y algún jugador más.
-¿Qué te ha parecido el entrenamiento?
-Divertido. -Reí-
Robert sonrió y pasó su brazo por mi cuello como solía hacer.
-Le pediré un autógrafo a Mario cuando salga del vestuario. -Miré a Robert esperando una respuesta-
-No creo que sea buena idea. -Respondió él torciendo su boca-
-¿Por qué? -Pregunté extrañada-
Robert miró a su alrededor viendo como algunos jugadores se adelantaban a nosotros entrando primero por la puerta.
-Más tarde te contesto, espérame en el coche, salgo en diez minutos.
Robert entró al vestuario después de besar mi frente y yo salí al parking extrañada por su respuesta. Busqué con la mirada el coche de Robert y vi un Audi negro que parecía ser el suyo. Me acerqué a él apoyándome en su capó y esperaba a que Robert viniera mientras consultaba mi móvil.
Media hora después y concentrada en mi móvil vi una sombra no tan alta como Robert parar delante de mi.
-¿Qué haces en mi coche?
Levanté la vista y vi a un Mario Götze desconcertado mirándome con algo de enfado.
-Lo siento, pensaba que era el coche de Robert.
Me levanté del capó avergonzada y avancé unos pasos para buscar de nuevo el coche de Robert.
-Es el Mercedes gris de allí. -Dijo Mario mientras cerraba su maletero y señalaba con su dedo índice-
Seguí su dedo con la mirada y no muy lejos de donde estábamos divisé un Mercedes color gris plateado.
Por un momento pensé en sacar el bolígrafo del bolso y pedirle a Mario una firma, pero recordé las palabras de Robert y comencé a andar. Giré una última vez para darle las gracias a Mario y pude ver como aún continuaba mirándome a punto de decir algo. Me paré y cerró la boca de golpe, llevó su mano a su pelo mojado y lo alborotó efusivamente. Tras su reacción se sentó en el sillón de su coche, cerró la puerta y arrancó el motor. Yo continué andando y solté una leve risa que solo yo oí. No entendía las distintas reacciones de Mario cuando me veía.