13. Johann

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Estoy enojado, ¡Me mate casi en dos meses avanzar para conseguir el puto diamante! Tengo casi cuatro días sin dormir. Pero eso no importa ahora.

Me levantó, y busco desesperadamente el cofre, donde tengo el diamante. Fui un imbécil. No debí hablarle así... encuentro el cofre y lo dejó a la par del cuerpo inerte de Aleesha.

- ¡Anabel! ¡Celeste! — Grito. Aleesha tiene que volver a la vida y para eso, necesito hacer un hechizo o conjuro, como sea, donde el Diamante juega un papel de mucha importancia.— ¡Joder, Anabel y Celeste! ¡Las quiero aquí! ¡Ahora!

Y a esa velocidad sobrenatural que tanto odia mí Aleesha, llegan mis hermanas. Al verme, abren mucho los ojos y se alegran (No mas vine, fui a ver a Aleesha, ni siquiera mis hermanas sabían que ya había venido), pero luego, su mirada pasa de mí al cuerpo inerte de Aleesha. Ni siquiera mi brazalete la puede salvar de esto. Miro a Aleesha y, sí, ahí, en su hermoso cuello, lleva mí brazalete.

- No es la indicada.— Susurra Anabel.

- ¡Cállate! — Le grito; ella se estremece. Mi pecho sube y baja; mi respiración es pesada.— Tengo el Diamante de Sangre.

Y con un movimiento de mano, el escritorio sale volando por lo aires, dejando un buen espacio para lo que haremos. Celeste coloca una manta roja en el suelo, y cargo en mis brazos a Aleesha y la recuesto en el suelo, encima de la manta, con sus extremidades separadas. Anabel y Celeste encienden pequeñas llamas de fuego al rededor del cuerpo de Aleesha; parece una hermosa estrella... Con tiza dibujamos un círculo al rededor del cuerpo de Aleesha. Tomo en mis manos el cofre, susurro la clave Aleesha y el cofre se abre. Y ante mí, se encuentra el hermoso diamante rojo, lleno de sangre celestial. Lo tomo y busco con la mirada a mis hermanas. Asiento y ella también lo hacen. A mis hermanas les paso un libro, donde se encuentra escrito el conjuro. Yo, naturalmente, me lo sé de memoria. 

Es hora.

Celeste se posiciona junto al pie derecho de Aleesha, Anabel junto al pie izquierdo y yo junto a la cabeza. Pero antes de empezar, pongo el diamante en el pecho de Aleesha. Ahora sí, vuevlo a mí posición. Todos extendemos las manos.

- ¿Listas? — Pregunto.

- Listas.— Contestan las dos al unísono. 

Y todos empezamos a decir el conjuro: Sínatra dimantelo, pocressos di-ergnas, ívlov merores, osivva serdac, vivid tureven, vivid tureven, vivid tureven vivid.  Lo repetimos una y otra vez. El diamante empieza a elevarse y por las ventanas entra una correntada de viento, que hace que me de un escalofrío insoportable. La noche ya ha caído y todo se vuelve oscuridad, la energía electrica se ha ido y lo que ilumina un poco son las pequeñas llamas de fuego que hay al rededo del cuerpo de Aleesha. El diamante flota en el aire mientras que nosotros seguimos con el conguro/hechizo. 

Estoy empezando a asustarme. ¡No pasa nada! El Diamante no haze nada. ¡No pasa nada! ¡Agg! Tengo que concentrarme. Tengo que. Me concentro y dejo mi mente en blanco. 

¡Y bum! El diamante explota, virtiendo sobre todo el cuerpo de Aleesha la sangre celestial que contiene. El impacto es tan fuerte, que Anabel y Celeste salen volando por los aires. A mí a penas logro tirarme al suelo. ¿Ya estará viva Aleesha? ¡Joder, joder, joder!

Me levanto de un brinco y me acerco a ella. Su pecho lentamente empieza a subir y bajar. ¡Está respirando! Y abre sus ojos. Sus hermosos ojos azules... no... no... ¿Qué está pasando? Me arrodillo a ella y la miro más de cerca: sus ojos son completamente negro. ¡No hay azul! Son cuencas vacías... Celeste y Anabel se acercan y ahogan un grito. Tomo en mis brazos a Aleesha y la recuesto en mí regaso. Poco a poco, sus ojos van volviendo a la normalidad, hasta que al final, vuelve ese color azul que tanto me encanta.

- Mí amor.— Susurro. Aleesha se sobresalta y me mira espantada.

- ¿Qué, qué pasó?

- Amor, funciono, estás viva.

- No rompí la maldición.— Dice, con tono de voz apagado.

- No importa, cariño, yo quiero que tú seas el amor de mí vida.— Susurro en su oído.

Y no hay respuesta de su parte. Celeste y Anabel se van. Y nos la pasamos un buen tiempo así, abrazados, en el suelo, en un completo silencio. Poco a poco, me levanto, aún con Aleesha en mis brazos y la recuesto en mí cama con mucho cuidado. 

- ¿Johann? — Pregunta, colocando su cabeza en mi pecho.

- Dime, cariño.

- ¿Todavía estás maldito?

- Todavía.

Y así pasamos toda la noche. Aleesha se durmió en mí regaso y en mí mente no dejan de pasar las escenas y sentimientos que han ocurrido en está cama hace unas horas.

La besé. Nos besamos. Recorrí con mis manos su bello cuerpo, su cabello enredandoze en mis dedos... su cuerpo junto al mío ¡Oh, su vientre contra el mío...! 

Y de tanto pensar y pensar en ese momento, una erección me acompaña. Pero, me obligo a calmarme. Y me duermo.

- ¡Déjame! ¡No, no y no! ¡Suelta! — Me despierto sobresaltado y miro que Aleesha tiene sus ojos abiertos, pero sus cuencas están vacías. No hay azul. Sólo hay negro. Es una pesadilla, no se encuentra despierta pero ¿Por qué sus ojos son negros?

Me acerco a ella y la abrazo, susurrandole palabras tranquilizadoras al oído. Y poco a poco, sus ojos vuelven a la normalidad.

Eso no es normal. Algo pasa aquí. Hay una consecuencia por esto que acabamos de hacer y la afectada es Aleesha. Tengo que protegerla. Tengo que estar con ella; porque la amo y no soy nada sin ella.

Blood DiamondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora