36. Aleesha

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-¡Ella no puede, Alena, no! – Escucho voces… Johann.

-¡Yo tampoco lo puedo creer! Pero… así son las cosas. – Las voces son amortiguadas. No identifico mucho esta voz…

-Aleesha no puede ser una Maestra de la Nieve. ¡No puede, mierda!

¡¿Qué?! ¿Yo, qué? Abro mis ojos y me doy cuenta que estoy en una bonita habitación, estilo siglo XVIII. Levanto mi cabeza, y ahí se encuentra un Johann enojadísimo, la vena de su cuello amenaza con reventar. Y Alena, la Hada de la Oscuridad. Siempre pensé que ella sería como Tinkerbell. Alena se ve débil, indefensa… tan pequeña. Johann mira hacía mi dirección y corre hacia mí, cuando ve que estoy despierta. Antes de que me toque, alzo una mano, para evitarlo.

-Quiero irme. – Susurro. Hago esfuerzo para levantarme y Johann me ayuda. – Debo irme.

Mientras me levanto, una manta blanca cae sobre mis hombros. No la miro en sí, sólo lo aparto. Camino y paso por un espejo. Miro mi reflejo…

-¡¿Qué mierda?! – Grito, al ver que no era una manta, ¡era mi cabello! ¡Mi cabello es blanco y mi piel es pálida, como el papel! No recuerdo nada... nada de nada.

-Aleesha, tranquila, necesitas reposar.

-¡No! – Salto bruscamente, alejándome de Johann.

-Aleesha…– Esa es Alena.

-¡No! – Cuando la señalo con mi dedo, nieve sale de este, disparada hacía Alena, que se lanza al suelo para esquivarlo. – ¡¿Qué carajos?! – Grito.

¿Qué me está pasando? ¿Qué es esto? ¿Por qué mi cabello es blanco? ¿Por qué nieve salió disparada de mi dedo índice? La nieve cayó en una cortina de la ventana y está se congeló. Me volteo hacía Johann.

-¿Qué me está pasando? – Johann ve lo asustada que estoy, y en su mirada se cruza dolor.

-Ale… cuando te adentraron ha ése laboratorio, tú cuerpo extrajo las moléculas de la Nieve. Eres una Maestra de la Nieve.

-¡Deja de mentirme! ¡Esto no es una jodida película! ¿Qué es, Frozzen? ¡Dios!

Un calor horrible me invade. Siento mis venas arder, me siento jodidamente cansada. Dios, no, no, no.

-Ale… eres como una Maestra del Agua: te hidratas de agua… si te deshidratas, no podrás hacer nieve ni hielo. Eres una Maestra de la Nieve. Vives de lo helado, del frío. Alena creó moléculas de Nieve y las junto con ADN de Uller, el Dios del Invierno. ¿Cómo consiguió el ADN? No me preguntes, no me quiere decir y…

-¡BASTA! – Grito. – Necesito irme a casa. Necesito…– mis piernas tiemblan.

-¡Alena, trae un vaso de agua!

Alena se va volando y a los minutos, regresa con un vaso de agua, que me tomo de inmediato. Siento como mi cuerpo se llena de energía.

-Necesito rime. – Ruego.

Mierda. ¿Qué le diré a papá sobre mí cambió de look? Ay, no…

-Yo te llevo.

-No, tú te quedas, Johann.

-¡Alena, déjame en paz! ¿Para qué me querías, de todos modos? ¡Sólo querías mi sangre para ti, después de que te hubieras convertido en Maestra!

Esperen un momento… ¿Alena quería convertirse en lo que se supone que soy ahora? Santa mierda… todo le salió mal…

-Así qué me voy, querida. Jódete por todo lo que nos hiciste.

Blood DiamondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora