28. Aleesha

911 77 0
                                        

Me encuentro en la casa de Johann, junto Celeste, y estamos realmente preocupadas. Alex y Diamond quedaron en el centro comercial, luego, corrí como loca y luego llegue aquí, exasperante, y le conté todo a Celeste. Me levantó del sofá de cuero negro y llevo mis manos a mí cabeza y jalo de mí cabello. Camino en círculos, y mí mente están jodida conmigo, qué ella se imagina las peores cosas.

Johann muerto: Simplemente se me parte el corazón.

Papá muerto: mí alma se hace ovillo y se esconde.

Dios, no puedo perder a los dos hombres —Qué por cierto, a los únicos hombres de amó— de mí vida. Un momento. ¿Dije que amo a Johann? Yo... lo dije sin pensar... yo... Dios, no puedo... no puedo aceptar ésa emoción en mí... no... ¡Simplemente lo amó, pero mí orgullo hace que no lo acepte! 
Sí, lo amo, pero él es tan imbécil y tonto... que a veces enamora. ¡A VECES! Me paseo por la sala, dando vueltas, nerviosa, moviendo mis manos, jalando mechones de mí cabello.

- ¡Basta, Ale! Dios, siéntate ¡Y ten paciencia! — Dice con irritación. Le miró.

- ¡¿Cómo carajos quieres que sea paciente?! — exploto.— ¡Mí novio puede que esté en peligro, al igual que mí...!

Hablo tan rápido, que hasta después me doy cuenta lo que he dicho. ¿Johann? ¿Mí novio? ¡Por favor! Celeste levanta una ceja.

- ¿TÚ novio? Ni siquiera eres capaz de decirle lo que sientes por él. ¡No son nada! Ya quisieras...

- ¿Y qué pasa si lo fuera? — suelto.

- Me da igual si andan o no, Aleesha, pero él tiene que cuidar a Sam. Deberías tener el valor de decirle lo que sientes, así los dos acaban con esto que los consume.— le miro boquiabierta.— Sí, me he dado cuenta de su relación. Y los dos están jodidos.

Me quedo callada y nos miramos. Pero yo desvío la mirada, ya que por la puerta entra Anabel. Celeste y yo nos paralizamos. Abrimos nuestros ojos, como platos y dejamos depara respirar. Ella se encuentra con el cabello revuelto, su suave piel se encuentra sucia, al igual que sus ropas. Y yo como estoy parada y más cerca, me le lanzó y  la abrazo, muy fuerte.

- ¡Oh. Dios. Mío! — Le tocó la espalda, el cabello, sus brazos, como comprobando sí en realidad está aquí, en mis brazos. Y las dos rompemos a llorar. — Estás... estás... viva...

Y unas manos se posan en mis hombros. Y las manos me jalan de un tirón, soltándome de Anabel y retrocediendo. Celeste toma mí lugar; me alejo, ya que es un momento íntimo entre ellas. ¿Cómo carajos está aquí Anabel? ¡Dios, no lo puedo creer, Anabel está viva! Dios, Dios, Dios. Y de pronto mí mirada se clava en la persona que viene cojeando detrás de Anabel. Ahí, mi papá, con ropa sucia, cojeando, su rostro sucio. Mis ojos se empañan y no puedo evitarlo, pero me le lanzo y le abrazo, lo abrazo tan fuerte que gime; yo me aparto un poco, tomo su cara entre mis manos y nos miramos a los ojos.

-¿Sabes que te amo, verdad? – No espero a que conteste –: Te amo.

-Yo también te amo.

Y nos volvemos a abrazar, pero esta vez con menos intensidad. Mi papá. Vivo. ¡Santo cielo! Mientras lo abrazo, mi rostro es inundado por lágrimas. Él está bien… por un momento pensé que… iba a perderlo… y sólo de pensarlo mi corazón se congela y deja de latir. Me separo abrutadamente.

- ¿Y Johann? – Anabel y Celeste ya se han soltado y nos miran. Me miran. – ¿Y Johann, Anabel?

Ella se queda callada y mira de reojo a Celeste.

-¿Dónde está Johann? – Está vez pregunta Celeste – ¿Anabel?

Celeste y yo fruncimos el ceño y en realidad, estoy muy preocupada.

Blood DiamondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora