20. Johann

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No hay nada peor que ver a la chica que amas disfrutar con otro chico.

Dios, odio ver como se ríen. Peter y Aleesha ya han tomado la costumbre de charlar en su terraza, donde yo tengo una vista esplendida. Esplendido. Son las nueve de la noche, el cielo se encuentra lleno de estrellas y yo, aquí, fuera de casa, observándolos. Al parecer, Aleesha se siente observada, ya que mira por todos lados cuando no se encuentra riendo. Desde aquí, en la oscuridad, observo cómo es feliz con alguien que no soy yo. Y, carajo, sólo quiero subir ahí y arrancarle el corazón a Peter. Pero ahora, no están sólo los dos, se encuentra otro vampiro, llamado Matthew, que supongo que es el hermano de Peter, ya que huelen casi igual. Huelen a mierda.

Los tres se ríen y disfrutan. No lo soporto más. Levanto mí mano y descargo hacía Peter (Que se encuentra más lejos de Aleesha) agua, luego controlo el aire alrededor del agua, con un aire de 7 grados, convirtiendo el agua en hielo. ¡Blam! El hielo se quiebra en su cabeza. Suelto una risita. Todos (Aleesha y Matthew) se paralizan; Matthew quiere reírse, pero no lo hace; Aleesha está muy enojada, sus mejillas sonrojadas del enojo. Ella sabe que fui yo. Buhahaha. Peter y Matthew bajan de la casa de Ale, salen y los tengo frente a mí. Aleesha, por otro lado, suspira de frustración y se entra a su cuarto.

-¿Por qué carajos hiciste eso? – Gruñe Peter.

Yo me río. – Sólo quería reírme. – Me encojo de hombros.

-Bueno, pues tú manera de hacerte reír me ha entrado por el culo, imbécil. – Y ahora, ahí viene Aleesha. Suelto una risita al verla.

- ¡¿Qué te ocurre?! – Explota.

-¡Oh, por favor! Se estaban divirtiendo, ¡Yo sólo aumente la diversión! – Me vuelvo a reír.

- ¿Cómo hiciste eso? – Pregunta Matthew, con el ceño fruncido.

- ¿El qué? ¿Esto? – En la palma de mi mano, creo una esfera de agua, con la otra mano, controlo el aire, hago lo mismo y tenemos una bola de hielo.

- Sí… eso. – Matthew está sorprendido.

- Es un Hechicero Híbrido, Matt. – Le informa Peter. Matthew abre los ojos.

- No hay excusa por haber hecho eso, Johann, ¡Sabía que alguien nos observaba, pero nunca me imagine que tú! Sólo déjanos en paz.

- ¿Qué ocurre? – Es la voz de Samara. Joder. Ahora, la tengo a la par mía.

- Nada. – Gruño. – Sólo trataba de divertirme, pero nuestro querido Pet se enojo.

- Es suficiente. – Gruñe Peter y se lanza a por mí.

En una maniobra, me aparto y Peter cae al suelo, y me lanzo encima de él. Pero no duro mucho tiempo, Peter me recibe con una patada en el pecho, que hace que retroceda casi 20 metros. Desde aquí puedo escuchar los gritos de Aleesha. Me repongo y llego a él a velocidad máxima, él yace parado así qué mientras corro, con mí brazo hago que caiga al suelo. Con su pie, me pega en la parte trasera de la rodilla y caigo, Peter aprovecha y se sube encima de mí, con una mano en mí mandíbula, levantándola y dejando mí cuello libre. Por la esquina del ojo, veo como Peter saca sus colmillos y sus ojos se vuelven completamente negros.

-¡NO! – Escucho gritar a Aleesha, que la tiene Matthew.

Pongo la palma de mi mano en el pecho de Peter, para levantarlo, pero por alguna razón, no puedo. Peter está a punto de morderme, cuando mando una corriente de fuego a través de su pecho, directo a su corazón. Queme su corazón. Peter está muerto. Cae desplomado encima de mí; lo hago a un lado y me levanto, jadeando.

Todos se encuentran atónitos, miran sorprendidos la situación, no saben ni qué decir.

-Johann… mataste a Peter. – Ale susurra.

-¿Qué querías? ¿Qué me mordiera y me matará? Disculpa, pero en una lucha, harás todo por sobrevivir.

-¡¡Estás loco, Johann!! – Aleesha se lanza hacía mí y empieza a darme puñetazos en el pecho. A decir verdad, no duele.

¡Y bam! Aleesha vuela por los aires. Corro detrás de ella y cae en mis brazos, llorando. Maldita Samara. La acuno y ella reposa su cabeza en mí pecho y yo reposo mí mejilla en la coronilla de su cabeza.

Sam se acerca a nosotros y empieza a reírse a carcajadas. Matthew se arrodilla y llora junto al cuerpo de Peter.

-¡Oh, ya entiendo! – Dice Sam. – La chica a la que amas es nada menos que ¡Aleesha! – Se ríe.

- Entra a casa, Samara. – Gruño.

-¿Y si no, qué?

-No me retes. A mí no, Samara.

-¡Dios, no lo puedo creer! Tú amor es para esta niña malcriada.

-Sí, claro, como si tú fueras una niña decente. – Murmuro. Bajo a Aleesha, la pongo detrás de mí. – Nunca jamás en tú puta vida vuelvas a tocarla.

-Johann, supéralo, ella jamás te amará. – Extiendo la mano y la lanzo por los aires.

En eso, Matthew carga contra mí. Me tira al suelo, se sube encima de mí y mete su mano en mí pecho, apretando mí corazón. Jadeo.

-Maldito, imbécil, ¡Mataste a mí hermano! – Su mano aferra mí corazón. Logro sonreír.

-Fue un placer, amigo. – A regañadientes, le palmeo la mejilla.

Y en su cara, empiezan a salir un montón de venas, delgadas, que cubren todo su rostro, sus manos, sus pies, lo abarcan todo. Y empieza a quemarse. Las venitas se hacen más y más rojas, hasta tal punto, que se hacen color lava. Sí, eso significa que su cuerpo arde en llamas. De un tirón, suelta mí bonito corazón negro y saca su mano de mí pecho y se lanza hacía atrás, cae al suelo, y se retuerce por el ardor que quema dentro de su piel. Levanto la vista y Celeste y Anabel han llegado y retienen a Samara con un fuerte dolor de cabeza, que hace que se doble. Me levanto, me acerco a Matthew, tomo en mis manos su cabeza y de un tirón, la retuerzo, hacía el lado derecho. Ya quedó; ya murió.

Me volteo y veo que Aleesha se va para su casa, llorando.

-¡Aleesha! – La llamo.

-¡Déjame! – Y ahora corre hacía su casa. Entra y se pierde de mí visión.

Camino por los dos cuerpos de los vampiros y luego, se vuelven ceniza. Alena ya ha de tener las bonitas almas de los vampiros. Me acerco a Samara, la levanto y me la llevo la pared de la casa, la contramino y meto mí mano en su pecho, tomo su corazón y lo aprieto. Hace una mueca de dolor.

-Sí la vuelves a tocar, Samara, te juro que te arranco tú puto y asqueroso corazón. – Aprieto más el corazón, a tal punto que parece que lo exprimiré.

Samara jadea y se vuelve pálida. Saco mí mano y me voy a casa, con Ana y Celeste detrás de mí.

Blood DiamondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora