33. Johann

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Corro como si el diablo viniera detrás de mí.

No hay señal de Ale. Cuando la llame, dijo algo sobre Sam. Maldigo el día en el que la conocí. Corro a velocidad de humano por la pizzería, revisando cada puto rincón del lugar. Todos me miran mal, pero sólo los fulmino con la mirada. Me meto en el baño de mujeres, encontrándome con un enorme agujero en la pared.

¡Maldita, hija de puta!

Salgo por el agujero y me encuentro con muchas motocicletas de la pizzería. Sí Sam se llevo a Ale, tienen que estar en el palacio de Alena. Sam sigue las ordenes de Alena… Ahora sí, corro y corro a velocidad sobrenatural hacía casa, pasó los límites de velocidad, y me encuentro frente a la gran puerta que da al palacio. Coloco mi mano en medio de la puerta. No se abre. Joder. En vez de abrirse, una calavera sale de la puerta.

-¿Contraseña?

-Quiero hablar con Alena, la Hada de la Oscuridad. Dígale que Johann, el Híbrido esta aquí. Y que está muy enojado.

La calavera desaparece entre la puerta. Odio esperar. Después de cinco minutos, la enorme puerta se abre. Entro y me escoltan cinco guardias. No sé porque me escoltan, si con un movimiento puedo matarlos. Pero no importa, quiero hablar con ésa… Joder, tengo tantas palabras obscenas para decirle. Entramos al palacio y me llevan por caminos, doblamos a la derecha, izquierda… oh, no, oh, no. Es el mismo camino. La tienen donde yo me encontraba cuando me tenían prisionero. Oh, mierda, no quiero pensar con lo que me encontraré…

Ella está bien. Lo está.

Trato de mentalizarme esas palabras. Quiero creer en eso. Debo hacerlo. Tras caminar un buen rato, llegamos dónde yo esperaba: la cueva/sótano donde me tenían a mí. Los que me escoltan abren la puerta y me hacen seña para que entre. Entro. La puerta es cerrada detrás de mí. Todo está oscuro y puedo escuchar una respiración… unos latidos de corazón muy débiles. De repente, una luz es encendida que sólo ilumina… Oh, por Dios… ilumina el cuerpo débil de mí nena, con las manos estiradas sobre la cabeza… Mi corazón se parte al verla tan débil e indefensa.

Corro hacía ella y la tomo entre mis brazos. La acuno y le beso el cabello. Dios, su cuerpo se encuentra helado, frágil… oh, Dios… oh, Dios… Su espalda roza con mi pecho y gime. Miro su espalda y dejo de respirar. Se encuentra bañada en sangre, llena de rasguños, piel interna expuesta… aparto la mirada con una mueca. Su cuerpo empieza a sacudirse y ella empieza a despertarse.

-Oh, cariño, mi amor, mi vida, mi tesoro… todo estará bien… todo, bebé…– Susurro en su oído. Beso su cabello. Ella gira su cabeza y me mira fijamente. Dios, sus ojos se ven cansados y piel se encuentra blanca como el papel. Sus hermosos ojos azules resaltan mucho.

-¿Johann? ¿Eres… tú? – Murmura.

-Sí, bebé, soy yo, mi vida.

-Quiero… irme…, Johann… sácame de aquí.

Mi corazón se vuelve a romper. Ah, ¿Cómo carajos la sacaré de aquí?

De repente, la puerta se abre y entra Alena. La fulmino con la mirada cuando me sonríe tan abiertamente, como si nada de esto estuviera pasando.

-¡Oh, Johann! ¿Cómo estás? La última vez que te vi me dejaste exhausta y cansada… y muy satisfecha. – Sonríe.

-Alena… Mierda, mira como la dejaste… eres una bastarda. Una perra. – Gruño.

-Ow, me ofendes, cariño.

De la nada, miles de manos me toman de los hombros y me levantan, haciendo que Ale caiga al suelo. Trato de luchar, pero ésas manos tiene oro celestial y me quema la piel. Si fuera una mano, podría lidiar con ello, pero son miles. Me llevan hacía la salida, y me dejan ahí en el suelo, dolorido. Mi piel quemada empieza a curarse. Una barrera es creada, que me divide de Ale y Alena. Jamás en mi vida había tenido miedo; pero ahora, eso ha cambiado. Tengo miedo. Miedo de lo que le harán a mi Aleesha.

-Haber, haber. – Canta Alena.   Toma a Ale y la coloca en la posición en la que la halle. De rodillas, con las manos hacía arriba. De verdad, trato de pasar la barrera, pero ¡No puedo! Maldición.  Alena saca una cuchilla, enorme y la pone justo en el cuello de Ale. No… si la mata… yo… no sé que haré…

-¿Johann, la mato?

-Déjala, Alena. ¿Qué quieres? ¡Dime, carajo! ¿Qué putas quieres? Yo te lo doy, pero suéltala. – suplico.

-¿Qué quiero…? – Hace presión y una gota de sangre resbala del cuello.

-¡No! Maldición, Alena, ¿Qué quieres? Te lo doy, Dios, sólo déjala.

-¿Por qué, Johann?

-Por… que la amo. – Buahaha.

-No, eso no, imbécil. La palabra mágica.

Dios, no puedo creer que diré esto.

-Suéltala. Por favor. – Alena estalla en carcajadas.

-¿Qué me vas a dar a cambio? – Ronronea.

-¿Qué es lo que quieres?

-Querido, ya tendrías que saber. A ti, bebé. Dios, ¿no recuerdas como matábamos a los mortales sin motivo? ¿O cuándo hundiste tu puño en la barriga de aquella mujer embarazada? ¿O cuando teníamos sexo salvaje?

Ale empieza a moverse. Abre sus ojos y me mira, pero su mirada es fría. ¿Ahora que hice?

-Está bien. – Digo, sin dejar de ver a Ale. – ¿Me quieres junto a ti a cambio de soltarla y dejarla en paz?

-Eso quiero, amor.

-¿La soltaras y la dejaras en paz por el resto de su vida?

-Es un hecho.

-Bien. Suéltala. Ya me tienes. Sólo déjame curarle esas heridas y deja que se vaya. Yo me quedo.

Todo por Aleesha. Me quedaré aquí, fingiendo ser el novio o marido o no sé de Alena con tal de que deje en paz a Aleesha. Ale al escuchar mis palabras abre mucho sus ojos y niega con la cabeza, perpleja.

-Adelante, bebé.

Asiento. La barrera se quita y corro hacía Ale, que todavía se encuentran débil. Dios, su sostén negro de encaje se le ve hermoso, lástima la situación en la que nos encontramos… Tomo a Ale en mis brazos y la acuno. Apoya su cabeza en mi pecho, inclino la cabeza y susurro en su oído.

-Te amo, y no importa si estoy aquí o en china, yo siempre te amaré, princesa.

-Antes que nada…– Susurra. – Dime… ¿Te acostaste con Alena el día que me declaraste tu amor?

Oh, mierda. ¿Quién carajos le dijo eso? ¿Por qué me pregunta esto? ¿Por qué hoy, cuando es nuestro último día juntos?

Callo. El silencio es la mejor respuesta cuando no sabemos qué decir. Ella asiente.

 -Vale, gracias por todo. Sáname ya.

Cierro mis ojos y me concentro. Cuando los abro, no hay heridas en el cuerpo de Ale. Jamás había sanada a alguien. Ale se levanta de mi regaso como si nada. Lo hago yo también.

-Gracias. – Puedo ver el dolor en sus ojos. – Por todo.

-Ale… te amo. – Susurro. – Lo hago por ti.

-¿Quieres hacer algo por mí? Lucha. Yo tambíen te amé.

¿Escuche mal? Dijo ¿Amé? ¿En tiempo pasado? Oh... mierda... Todo mi cuerpo decae. Siento que todo ha muerto...

¿Ella ya no me ama?

Es verdad. Es un bastardo, un imbécil. Lo odio. ¿Cómo pude confiar en él? Salgo de su mente antes de que explote y empiece a lloriquear aquí, frente a ellas. Quizás deba despedirme... quizás nunca la vuelva a ver...

-Lamento mucho esto, Ale... – Susurro.– Lo hago por ti, nena... lamento que esto acabe así. Yo... nunca te olvidaré.

-Todo a acabado.– Dice ella, asiente, y lo vuelve a decir, como queriendo creer en esas palabras.– Está... bien. 

 Dicho eso, la escoltan los guardias-esqueletos. Se va con ellos y no conmigo.

Quizás sea lo mejor. Ella merece más, no merece estar aquí... con un tipo tan jodido como yo. Ella merece un médico exitoso, un abogado no a un jodido Hechicero Híbrido. Quizás todo mejore en la vida de ella ahora que yo no pertenezco a su vida. Dios, ya no pertenezco a su vida... no soy parte de su presente y no la acompañaré en su futuro... duele. Duele como el infierno.

Blood DiamondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora