24. Aleesha

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He despertado, y digamos que, como mínimo, he dormido tres horas. Ayer Johann se fue con el cuerpo inerte de Robert y después, no volvió. Celeste está mal. Anabel murió. Celeste soltó a Sam y se fue a su casa, llorando. Sam me regalo una de las peores miradas y se fue, también. Luego, yo entre a casa, llorando. Y no he dejado de llorar. Mis ojos se encuentran inflamados y rojos, de tanto llorar. No puedo creer que la dulce y tierna Anabel haya muerto. Hoy es sábado y no hay mucho que hacer, así qué me mantengo en cama hasta las doce del mediodía. Alguien toca la puerta y luego de permitir que pase, papá entra con una bandeja y comida.

-Cielo, ¿Te encuentras bien? Haz estado llorando. – Deja en mi regazo la bandeja.

-Papá… Anabel murió.

Los ojos de papá se abren, sorprendidos. – Dios mío… Dios, Johann ha de estar destrozado.

-Infiernos, sí. – Susurro.

A regañadientes, como poco a poco. Papá dice palabras consoladoras y hace que llore.

-¿Y dónde será la vela y el entierro? – Dejo de masticar.

Eso es lo malo de ser mmm… una criatura… ¿paranormal? Ya que tú cuerpo inmediatamente desaparece y luego, el alma reposa en el mundo de Alena, la Hada de La Oscuridad, la que se adueña de las almas de estos seres… paranormales. Ni yo sé cómo llamarlos.

- Bueno... Johann no me a informado nada. Aún.

- Vale... desayuna, iré abajo y leeré el periódico.

Con eso dicho, papá se va.  Yo terminó mí desayuno y luego, me levantó, me ducho y me pongo unos pantalones cortos con una camisa de tirantes y unas sencillas sandalias.  Seco mí cabello y me estiró. A pesar que estoy bañada, me siento soñolienta. Recojo los utensilios que utilice para comer y los llevo a la cocina. Sin muchos ánimos, los lavó y luego los secó y los guardó en la alacena. Papá está en el taburete, leyendo el periódico junto con una taza de café negro. Salgo de casa y tomó el correo. Recibos de electricidad, recibos de cable, recibos de agua, recibos de Internet y...

- Oh, mierda.— Murmuro.

Entró a casa y dejó los recibos en la mesa, dejándome para mí la última correspondencia. Corro de dos en dos los escalones y entró a mí habitación; me siento con las piernas cruzadas y abro la carta, que por cierto, es del juzgado de Florida.

Familia Bloom: su audiencia en los juzgados será el día 18 de diciembre, se necesita la presencia de los dos para la decisión final...

Y ya no puedo seguir leyendo la carta, porque mis ojos se llenan de lágrimas y mi visión es borrosa. Maldición. Doblo la carta y la metó en su sobre. Me levanto de la cama y salgo de mí habitación, bajo los escalones con mis hombros caídos y con mis ánimos por los suelos. Papá sigue en el taburete, pero ahora con su pórtatil, leyendo-no-sé-qué-cosa. Pasó delante de él y busco en el refrigerador algo con que mantenerme ocupada. Al parecer, papá ha levantado la vista y me observa con el ceño fruncido.

-¿Qué ocurre, Ale...? — Pregunta.

No puedo hablar, mí garganta contiene un nudo enorme, así qué deslizo hacía él el sobre. Lo toma y al leer la dirección, lo comprende. Lee la carta y su cara queda en blanco. La decisión final se acerca. Me mira por encima de sus anteojos.

-Bueno...— Susupira.— Yo... — Balbucea y niega con la cabeza. Irritado, suspira por su incapacidad de hablar.— Bueno, algún día iba a pasar...

-Puaj, ya qué.

Me siento en un taburete y miro la madera del taburete. Trazo caminos con el dedo. Dios, no sé ni que será de mí futuro. A mamá ya le ha de ver llegado una carta.

Blood DiamondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora