35. Johann

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¡Holaa! ¿Cómo están? ¡Espero que bien! De paso, agradecerles por su apoyo!! ¡Las cosas se están poniendo buenas! Espero que no dejen de leerme:) Disfruten de la lectura, chicas:D. No olviden votar por favor, y tampoco comentar si les gusto el capítulo, sus comentarios buenos son bienvenidos al igual que los comentarios constructivos, y también los malos... pero no me den malos xD. ¡No entretengo tanto y vamos a leer!

Me quedo parado viendo la puerta por donde se fue Aleesha hace como una hora. Es qué no me puedo mover. No puedo creerlo: Aleesha ya no es mi novia. ¡Oh, con sólo pensar eso mi corazón muere! Y en este momento deseo no ser inmortal, sólo quiero morir y no volver a revivir; quiero morir realmente.

Alena sólo se ha sentado en una silla de hueso (que ella creó) y me mira. De repente, una alarma suena.

Aleesha.

Alena y yo nos despertamos de nuestro transe y salimos de la puerta. Alena me toma de la mano y se la acepto, porque sé qué si no lo hago, no dejará que vaya con ella. Estoy en su castillo, ella manda, ella tiene el poder. Luces invaden todo el lugar.

-¿Qué carajos ocurre? –  Le pregunto.

Me mira y puedo ver que realmente está angustiada. – ¡Esto es muy malo, Johann!

¿Qué carajos? Seguimos corriendo por los pasillos. Frente a nosotros, vienen los guardias que se llevaron a Ale. Su rostro huesudo contraído.

-¡Señorita…!

-¡Imbécil! ¿Qué paso? – Nos detenemos.

-El laboratorio… – Alena sale volando hacia el laboratorio. La sigo.

Cuando llego, hay varios guardias alrededor de la puerta. Alena les grita que se vayan. Me pongo atrás de Alena y miramos que la puerta está congelada.

-Apártate. – Ella se quita y caliento la puerta, haciendo que el hielo y la nieve se derrita. Alena abre la puerta.

Todo se encuentra lleno de neblina. Y veo un cuerpo en el suelo. Estiro mi mano y evaporo la neblina. Una chica está tirada en el suelo, con su cabello blanco cubriendo su cara y parte del suelo. Su piel es completamente blanca. Y se encuentra desnuda. Qué buen cuerpo tiene. Alena y yo nos acercamos, me pongo en cuclillas y le quito el cabello de su cara. Al ver su rostro, retiro mi mano rápidamente… no…

-¡¿Quién la trajo aquí?! – Grita Alena. Yo estoy en estado de shock.

-Yo… yo… – Tartamudea un guardián.

Alena chasquea y este se hace cenizas.

Me repongo y me abalanzo hacía Aleesha, la tomo entre mis brazos y la levanto. Tomo una bata de científico que encuentro y la pongo sobre el cuerpo desnudo de Ale.

No espero a que alguien me diga que hacer, y me voy volando de ahí. La llevo a la habitación de huéspedes, donde yo unas cuantas veces me quedé. La dejo en la cama y siento una briza detrás de mi espalda.

-¿Qué es lo que ocurrió? ¡¿Por qué su cabello es blanco?! – La encaro.

-Johann…

-¡No! – Me jalo el cabello, enojado y frustrado. – ¡Explícame!

-Primero que nada, ella no sobrevivirá si no le inyectamos tú sangre. Es mortal… y no soportará. Las posibilidades a que viva con tú sangre son pocas.

-¡Me importa una mierda! Hay que intentar de todo. – Ella asiente.

Nunca había visto a Alena preocupada. Saca su móvil de su bota y llama a no sé quién.

-Necesito que vengas. ¡Ahora, imbécil! – Cuelga.

Me siento a la par de Ale y le acaricio su rostro. Dios, su piel es tan blanca… incluso pálida. ¿Cómo carajos su cabello se convirtió blanco? Dios.

Por la puerta entra un duende, con una bata de doctor. Nos mira mal y ve a Aleesha.

-No te salió bien, ¿he?

-Cállate e inyéctale sangre de Johann a ella.

El duende-doctor saca una jeringa de su maletero y extrae mi sangre negra. Luego, la mete con brusquedad en la vena del cuello de Aleesha. Y lo veo: mí brazalete. No va a morir. ¡Es inmortal! ¡Joder, joder, joder! En mi rostro reprimo una sonrisa. Ése brazalete no todos lo conocen.

-Listo. Tal vez con eso sobrevive. – Y mis nudillos tocan fuertemente su mandíbula. Este cae al suelo, haciendo una mueca de dolor.

-¡Johann! – Me riñe Alena.

-Tiene que ser más positivo el imbécil sino quiere que pase mi lengua por su corazón extrayendo la sangre.

Esté se levanta tambaleante y se va corriendo.

-Ahora bien, cuéntame todo o te mato en este jodido momento. – La amenazo y puedo sentir como se tensa.

-Vale…– Susurra.  Se sienta en un sillón de cuero y yo me acomodo en la cama, con Aleesha en mi regazo.

Respiro profundamente y me preparo para lo que viene. Tomo el cabello blanco de Ale y juego con el.

-Yo… estaba jugando con pociones… y cree miles de moléculas de nieve. Cuando la adentraron al laboratorio, no sé qué salió mal, pero las moléculas… se elevaron y como no sabían dónde permanecer, cayeron en Aleesha, lo único con vida del lugar. Sus poros lo extrajeron y ahora están en su sistema… en sus venas. Nieve corre por sus venas. Sé qué la nieve corre por sus venas por su cabello y su piel; eso tenía que pasar, eran las consecuencias. Por eso estaba congelada y llena de nieve la puerta, porque seguro ella lo toco y el poder no lo controlaba, ya que ni siquiera sabía que le pasaba.

Mi cuerpo se tensa. ¿Qué carajos? No… Dios, no. Yo hice todo lo posible por mantenerla alejada de este mundo, incluso hice a un lado mi felicidad para que ella tuviera la suya.

-Si vive, será una Maestra de la Nieve.

-¡¿Qué?! ¡¿Estás de broma, cierto?!

Sé qué ella vivirá, lo sé por el brazalete. Ella está viva en estos momentos.

Ella ahora es una Maestra de la Nieve.

Blood DiamondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora