38. Johann

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Aleesha y yo tuvimos una tarde normal. Ella estuvo relajada, incluso contenta; pero yo no estaba así, no estoy así. Estoy preocupado. Mi cuerpo se tensó cuando vi como ella disfrutaba matar, Dios, ella se reía a carcajadas mientras mataba. Ella no me lo dijo, pero sé qué disfruto matar. Y sus ojos... Jesús, ¡Sus ojos! Mientras mataba, sus ojos se volvían completamente blancos. Sin iris, sin nada. Sólo  blanco. Y no sé porqué. No creo que eso sea de su nueva naturaleza. Algo anda mal. Ella no es así, ella no puede perder su humanidad. Pero la forma en que gozaba mientras sacaba corazones y arrancaba cabezas... fue aterrador. He visto miles de cosas malas, asquerosas, sucias, pero jamás había visto a la chica que amo disfrutando hacer una masacre y nada ha sido más aterrador que esa escena. Podía sentir la emoción y la satisfacción de ella cuando sentía un corazón agonizando en la palma de su mano. Así qué quiero encontrar respuestas. En este momento estoy en el palacio de Alena. 

Me encuentro en el salón principal y frente a mí hay un enorme trono, donde yace Alena, que acaba de sentarse. La interrumpí de algo "importante", según ella.

-Querido, pensé que sobrevivirías más días sin mí, pero ya vi que no es cierto. 

-Tengo un problema. Una pregunta y tú sabes la respuesta. Al menos, eso espero. 

-Dime, cariño.

-Se trara de Aleesha. Ella... disfruta matar.

Alena abre sus ojos y asiente lentamente, pero luego, frunce el ceño. ¿Qué ocurre? 

-Bueno, Johann, eso es... algo lógico. 

-¡¿Lógico?! 

-Bueno, sí. Por sus venas corre el veinte por ciento de tu sangre. Sangre negra, Johann. ¿Qué esperabas, en realidad? Digo, lleva un poco de tu sangre, sangre mala, sangre negra, sangre de un matador, sangre de un monstruo. Tu ADN corre por sus venas. Al parecer, no tienes nada bueno que proporcionarle a nadie, querido. Veinte por ciento de tu maldad corre en las venas de ella. Tú tienes miles de demonios dentro, le regalaste uno.

Mi cuerpo se ha tensado. Es mi culpa. Todo esto es mi culpa... si tan solo no le hubieran inyectado de mi sangre... Oh, no, ella es mala por mi culpa... Ahora que lo sé, tengo que pensar cómo haré que ella convierta esa maldad en bondad o algo así. 

-Y no puedes cambiarlo. Tú no. Ella sí. Pero para éso, ella tiene que saber lo le está pasando y...

no quiero escucharla, así que salgo volando de ahí. Todo es mi culpa. Ahora, tengo que repararlo. Debo repararlo, no puedo dejar que Ale apague su humanidad... no puedo dejarla que su lado oscuro la consuma... debo salvarla de ella misma. Cuándo llego a casa de Ale, me paro en el pórtico. Escucho su voz... su dulce voz, y se encuentra feliz, al menos eso puedo decirlo por el tono chillón de su voz... y habla con su mamá.

-¡Estoy súper bien! - Escucho. Salto y subo a su terraza. Ella está de espaldas hacia mí.

-Me alegro, cariño. ¡Pronto nos veremos! - La voz de la mamá de Ale suena por el móvil.

-Lo sé... ¿Qué crees que dicte el juez?

-No lo sé...

¿De qué hablan? Entro a la habitación y Ale se voltea, y por instinto, lanza hielo, que lo evaporo mientras viene hacia mí. Cae hecho agua a la alfombra. 

-Mamá, hablamos luego, te amo.- Cuelga.- ¡Oh, por Dios! Lo siento, pensé... ¡No pensé, sólo actué! ¿Estás bien?  ¿Te hice daño? - Empieza a revisarme el cuerpo.

-Estoy bien, calma, todo está bien.- Pero es como si no me escuchara, ella sigue revisándome. 

No, ella no me escucha en absoluto. ¿De verdad cree ella que podría hacerme daño físicamente? Pues está equivocada, porque lo único que ella puede dañar es mi corazón.  La tomo por los hombros y le doy un leve sacudido. Le planto un beso en la comisura de su boca.

-Tranquila, nena, estoy bien.- Sonrió.

-Johann, lo lamento, yo sólo... no sé que me pasa...

Dicho éso, empieza a sollozar en mi pecho. La culpa la come viva. La tomo en mis brazos y me acuesto en la cama, dejándola sobre mí. Le acaricio su hermoso cabello blanco.

-Vi tu emoción al matar... - Ale se tensa.- Dime, nena, habla conmigo.

Pero no lo hace. Sólo calla y sorbe por la nariz. Intento entrar a su mente pero veo que está luchando para que no lo haga. Ahora es más fuerte. Sigo jugando con su cabello blanco. Tengo que hacer algo, de verdad que tengo qué hacerlo, porque ella no puede convertirse en un monstruo... si el monstruo de esta relación soy yo.

-Nena, habla conmigo, Dios, háblame... di algo, por favor... algo.

-Disfruté matar, Johann. Me encantó.- Susurra. Esas palabras me rompen el alma.- No sé qué pasa conmigo. Yo... sé qué está mal, pero... tengo sed de matar. 

-Es mí culpa.

Y le cuento todo: desde su emoción hasta mi platica con Alena y el ADN. Pero no me cree. Sé que no lo hace. Ella se limitó a asentir, pero pude ver como dudaba. 

-No creo.- Dice.- No es tu culpa. Quizás es una fase. No es por el ADN, lo sé, sé que no lo es.

Ven, ella no cree en eso. Pero es verdad, yo sé que lo es. Es mi culpa. Y, demonios, me odio por eso. 

-No seas necía, créeme, eso es. Ahora, tenemos que luchar por tu humanidad. No apagues tus sentimientos, Ale, por favor, no lo hagas. 

Porque si lo hace, todo se irá a la basura. Hasta sus sentimientos por mí. Y si eso sucede, me volveré loco. De verdad que lo haré... yo ya no podría vivir sin el amor de ella. 

-Exageras, Johann, ¿Cómo podría apagar mi humanidad? ¡Estás demente!

-Aleesha, tengo razón, créeme.

-¡No! - Sus ojos se vuelven completamente blancos y me lanza hielo.

Ruedo para esquivarlo. ¿Qué le pasa? Ella sigue lanzándome más hielo. Sus manos se envuelven entre sí y crean bolas de hielo que ruedan y giran entre sí. Sus ojos brillan. ¿Cómo paro esto? ¿Cómo? ¡Carajo! Las bolas se dirigen hacía mí, pero corro velozmente, esquivándolas; llego hacia ella, pero también es rápida y cuando intento tomarla entre mis brazos, se escabulle. Mientras corre, su mano roza en mi brazo y en mi brazo empiezan a crecer pequeños caminos blancos, que me congelan. Hago que mi brazo se vuelva fuego, haciendo que el hielo se derrita.

Aleesha no se da por vencida, y sigue lanzando hielo.Sé qué esto será lo más estúpido que alguien haría contra un enemigo que ataca -Ale no es mi enemiga- pero tengo que hacerlo, y es la única forma que no le puedo hacer daño. Disparo agua hacia ella, directo a su cara para que no vea.

¿Quién trata de defenderce con la fortaleza del otro? Bueno, pues eso hice yo. Ella vive de agua, y yo me defendí con agua. Nunca haría algo para lastimarla. Ya que no puede ver por la correntada de agua que mando a su cara, corro hacia ella y la tomo por los hombros. Mis manos empiezan a helarse, ya que Ale manda frío por sus poros, pero... de verdad, no quiero hacer esto, pero tengo que hacerlo. Mis manos se vuelven fuego sobre los hombros de Ale y está empieza a gritar y a retorserce debajo de mí. Chilla y veo el dolor en su cara... quiero dejar de hacerle esto, pero sus ojos siguen blancos...

-¡No! ¡Aggg! - Ale grita.

Sus ojos empiezan a parpadear, se vuelven azules, luego completamente blancos, y sé qué Ale esta luchando, hay una gran batalla dentro de ella. Y yo no puedo ayudar, no puedo hacer algo. Sus ojos se vuelven normales, unos ojos hermosos azules dilatado me miran. Ella sacude su cabeza y parece muy cansada.

-¿Johann? ¿Eres...? ¿Qué me paso?

-Tranquila, nena.- La abrazo.- Todo está bien.

Miro a mi alrdedor, y hay hielo por todos lados.  Ale se separa de mí y mira también a su alrededor.

-Oh, no... dime que yo no hice todo este desorden... ¿Yo... te ataque, verdad? ¡Oh, Dios! Ya recuerdo todo... te ataque...- Susurra. Solo guardo silencio.- ¡Lo siento, Johann! No sabía lo que hacía... Oh, mi Dios... ¡Perdoname!

-Aleesha, mi amor, está bien, no importa qué me hagas, te perdonaré.

-Johann, yo...

La callo con un beso. No puedo dejar que ella se sienta culpable. Esto es MI culpa, no la de ella.

Blood DiamondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora