No sé ni cuánto tiempo llevo en éste jodido laberinto; pero lo único que sé, es qué, a penas voy por la puerta Veinte. No me he cansado, aún, pero necesito seguir adelante. No es sólo por Aleesha... bueno, sí, obvio, pero en parte es por mí. ¿Qué haré sí no vive? Nada. ¿Podría pasar décadas sin ella? No. Hago esto porque no sé sí podré controlar mis impulsos. Sé qué esto es estúpido; ya qué, ella no está ni segura sí siente algo por mí. Sé qué estoy cavando mí propia tumba. ¿Qué haré sí ella no me quiere? Hay tantas preguntas sin respuestas. A veces siento que me asfixio, ya qué esté lugar parece una cueva, bueno, es un laberinto subterráneo; y todo es piedra, tierra, moho.
Mientras sigo caminando, me encuentro con una joven, ¿Qué carajos hace un mortal aquí? Sé qué es mortal, puedo sentir su aroma humano. Aquí, es como un pasillo, y está chica se encuentra sentada en el suelo, recostada en la puerta Treinta. Sus ojos son color verde, es trigueña y su cabello es negro. Parece asustada y mira todo su alrededor, cómo preguntándose dónde se encuentra. Pudiera sólo pasar y parecer que no la he visto, pero sus ojos encuentran los míos, e inmediatamente, se levanta de un brinco y para frente a mí.
-Ayúdame... - Susurra.- Sácame de aquí...
Sus ojos reflejan miedo pero sobre todo, desesperación. No sé sí llevarla conmigo. Sería un estorbo... pero, tampoco puedo dejarla aquí. Morirá sí la dejo. Mejor dicho, la matarán. Pero... ¡No sé! Yo vine por una razón, por el puto diamante y mí objetivo es conseguirlo; llevaré conmigo a esta chica, pero, sí de verdad es un estorbo enorme, la mataré.
-¿Cómo te llamas?
-Ana...- Susurra.
-Bien, Ana, vendrás conmigo. Un consejo: no te fíes de mí.- La miro a los ojos.
-¿Cuál es tu nombre? - Su voz es ronca, quizá por tanto gritar.
-Tú sólo reconóceme cómo tú salvador.- Sonrío, arrogante.
-Mí salvador...-Susurra.
-Eso.- Sonrío.- Venga, sigamos.
Empiezo a caminar y Ana me sigue el paso. Y de pronto, me paró en seo. Ana choca contra mí espalda y murmura un lo siento, pero la ignoro, ya qué mi vista no sé aparta del frente. Hay tres caminos al frente. ¿Cuál es el qué debo seguir? Tres caminos... tres mundos diferentes. Ana se adelanta y observa los tres caminos.
-¿Por dónde iremos?
-No lo sé. Por cierto, ¿Qué haces aquí?
-Tenía unas súper vacaciones y de pronto, caí dentro de un agujero que se encontaba en mi suit y aquí estoy.
-Ya...- Asiento.
Ana empieza a parlotear sobre no sé qué cosa, pero mí mente se encuentra en otro lugar, más bien, en estos caminos, que no sé cuál elegir. Podría decir qué da igual cuál elijamos, pero no puedo perderme así sin más.
-¿Tú de dónde eres?
-Soy de Alemania.
-¿Desde...?
-Joder, calla, ¿no te cansas de hablar? -Quizá fuí duro, pero no soy de los que complacen a la gente.
-Creo que tenemos que tomar el segundo, el del medio.
-Sí, como digas.- Me sonríe, pero es una sonrisa pequeña.- Lamento sí hablo mucho, estoy nerviosa.
-¿Por qué? -Ladeo y sonrio, arrogante.
-Por ti...
-Lo sé, ya me acostumbre.- Le guiño.
Y tomamos el camino de enmedio. Estoy alerta, ya qué nunca se sabe que te encontrarás aquí, en el Laberinto del Caído. Nos adentramos, pero no hay puertas. Se supone que tendríamos que encontrarnos con la puerta Treinta y Cuatro, pero, no hay puertas, parece un pasillo ancho, de tierra, solitario. Ana empieza a cansarce así qué nos sentamos en el suelo de tierra. El espantoso calor se va y una rafaga de viento helado nos invade. Ana se encuentra sentada a mí lado y poco a poco, recuesta su mejilla en mí hombro. Me remuevo, incomodo, pero no le digo nada; y ella, no se aleja. Soy como un hermoso vestido, que todas las chicas miran y lo desean, pero no lo consiguen, por falta de dinero. Literalmente.

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Blood Diamonds
FantasiAleesha ha descubierto la Maldición de Johann y se enteró que ella podría romperla. Pero Johann no está dispuesto a arriesgarse, ya que podría morir si no es la indicada. Por esa razón, Johann ha decidido buscar El Diamante de Sangre, que es lo úni...