Blood Diamonds

32. Aleesha

Ha sido la cita más hermosa que he tenido. Pero todo lo bonito acaba. Ahora estoy encerrada en un sótano. Les contaré como pasó:

Volvimos a ver la película, luego de verla, fuimos a una pizzería. Johann tomo asiento y yo me senté frente a él. La camarera puso la pizza en la mesa, y se fue, pero no sin antes guiñarle a Johann. Gruñí. Tomé una rebanada de pizza y me la lleve a la boca. Tomé un sorbo de mi gaseosa y sentí una mirada fija en mí: unos hermosos ojos negros. Le sonreí.

-¿Qué ocurre? – Sonreí más.

-¿Te dije cuán hermosa te ves? – Negué con la cabeza. – Te ves sumamente hermosa.

Mi sonrisa se extendió más por mi rostro. Dios, esté idiota me tiene loca.

-Amo cuando tus mejillas se tornan rosadas. – Lleve mis manos a mis mejillas, como para comprobar si estaban sonrojadas.

-Cambiando de tema, ¿Todo sigue igual con la familia McCarthy?

-Ah, sí. Ale… creo que habrá una gran lucha entre ellos y yo. Y no quiero que salgas lastimada.

-¿Por qué no arreglan las cosas?

-Ale…– Él se rió con amargura. – No sé cómo se arreglan las cosas.

-Empecemos por lo primero. ¿Qué es lo que ellos quieren?

-A Damon.

-Daemon. Segundo, ¿Por qué no quieres entregarles el cuerpo?

-Porque… bueno, si tengo algo que ellos quieren, voy un paso delante de ellos.

-Pero…

-¡Ag, vamos! No hablemos de eso en nuestra cita. – Johann hizo un puchero que me saco de mis casillas. Se vio tan tierno, que me dieron ganas de tomarle las mejillas y jugar con ellas como si fuese plastilina.

-Vale, vale.

Seguimos comiendo. Quise, de verdad quise contarle lo de la audiencia en el juzgado, que por cierto, es el próximo mes. Y no sé cuál será el veredicto.

-¿Quieres de jamón o hawaiana? – La pizza estaba dividida, la mitad de jamón y la otra mitad hawaiana.

-Mmm… hawaiana.

-Vale. Ale, sé qué somos novios, y eso es genial, de verdad, pero… quisiera saber más de ti. No sé, ¿Cómo fue tú niñez?

Y escuché esas palabras, y mi corazón reboto y se alegró. Él quería saber más de mí.